Desde hace cuatro o cinco años, sentada cada día en el número 27 de Carretería, está Patricia Pebayle. Detrás de esta mujer francesa de 62 años hay una difícil historia de maltrato que hizo que de la noche a la mañana acabara en la calle. Ocurrió hace muchos años, en Alicante, donde vivía con el que era su marido y sus dos hijas mellizas. Tuvo que ser ingresada en un centro para mujeres maltratadas durante seis meses, y al salir se encontró sin trabajo, sin su hogar, sin nada. “De repente me vi en un mundo totalmente desconocido para mí, muy duro, ni lo puedes imaginar”, cuenta.
Tras rodar con su mochila a cuestas por toda España, ella y su actual pareja, a la que conoció en el albergue de transeúntes de la capital alicantina, recalaron en Cuenca. Pide en la calle porque es la única manera de afrontar los gastos del pequeño piso en el que viven: el alquiler, la luz, lo básico que necesita cualquier persona para vivir. “Hace años que ni bebo ni fumo, no quiero el dinero para caprichos, intento simplemente tener una vida, no intento engañar a nadie”.
Aunque ha recibido en ocasiones ayudas de Cáritas y de otras instituciones, éstas se acaban. Asegura, eso sí, que nunca le ha faltado la comida. “En general la gente de Cuenca me trata con mucho cariño y me ayudan bastante. Pero lo más difícil es afrontar los gastos de la casa”.
La calle es un látigo. Para la moral y para la salud. “Supone un desgaste enorme”. En su caso, le ha acarreado un importante asma que ha derivado en bronquitis crónica. “La realidad es muy cruda, hay gente que pasa hambre de verdad, que se ven obligados a dormir dentro de un banco o un portal y que ni siquiera tienen una manta”.
Una dureza a la que se suma, en ocasiones, la incomprensión humana. “Hay miradas de desprecio, a mi me han llegado a decir en mi cara que soy un parásito de la sociedad”, recalca. “De verdad que no deseo que a nadie le pase lo que me ha pasado a mí, verte de la noche a la mañana con una mano delante y otra detrás”.
Patricia es muy conocida por los que pasan a diario por la arteria principal de Cuenca. Siempre con su libro en la mano. “Leo porque me gusta, no por evadirme, lo hago desde que tenía 4 o 5 años”. Sus novelas preferidas son las históricas, sobre todo las que hablan del pueblo judío. Por eso su favorita es ‘Éxodo’, del estadounidense Leon Uris.
Siempre con una sonrisa, ríe también cuando le hablo de su futuro. “Me gustaría tener una casa digna, tranquila, no tener que preocuparme, no pido lujos”. Luego, levanta la mirada y dice: “pero no lo veo posible”.
A su vida, como a sus libros, le pone un título: Insha’ Allah, término en árabe para indicar la esperanza en que un acontecimiento ocurra en el futuro, si tal es la voluntad de Dios.
Patricia es uno de los sin techo que viven en la capital. Una acepción que no implica necesariamente dormir en la calle, sino no tener un alojamiento adecuado y permanente que les permita su integración normal en la sociedad.
SIN HOGAR, SIN DERECHOS
Como explica la responsable del área de Inclusión Social de Cáritas Cuenca, Trini Valles, “cuando no hay un hogar no hay derechos, no puedes ni empadronarte y, por tanto, no tienes acceso al sistema nacional de salud, ni al Sepecam, ni a ayudas sociales”. Son, por tanto, personas invisibles.
Este 2017 se cumplen 25 años de la campaña ‘Nadie sin Hogar’, con la que la organización quiere insistir en que todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y acceder a los derechos humanos recogidos en las diferentes legislaciones. Pero también hacer visible y denunciar esta lacra social.
Aunque es difícil cuantificar la cifra real de personas sin hogar, Cáritas calcula que en la capital hay de 6 a 10 personas que duermen a diario a la intemperie.
Los recursos que tiene la entidad para paliar en lo posible esta realidad es el Centro de Alojamiento de Urgencias (el conocido albergue de transeúntes del Hospital de Santiago) y los recursos asistenciales.
Como explica Valles, en el Centro se realiza el primer diagnóstico de la situación de la persona “y a partir de ahí muchos siguen su camino y otros optan por parar”. Es decir, quien así lo decide, pasa a ser atendido por un equipo multidisciplinar a través de itinerarios personalizados que incluyen formación para el empleo, acompañamiento, o visitas al médico. Los recursos conquenses están en conexión con la red de centros de urgencia de toda España, así como los centros gestionados por las Cáritas Parroquiales de la provincia.
En lo que va de año se han atendido 560 personas en el albergue y 51 han pasado por los centros residenciales. El dato a destacar es que más de una decena de usuarios ha podido encontrar un trabajo estable y empezar una nueva vida normalizada. “Más que las cifras, nuestro éxito es conseguir estos cambios”, apunta Trini.
Más de una decena de usuarios de los recursos de Cáritas Cuenca han encontrado este año un trabajo estable y han comenzado una vida normalizada
UNA SITUACIÓN CRÓNICA
A pesar de que la situación económica ha mejorado algo en España, la pobreza sigue estando ahí y los datos son los mismos porque se ha convertido en un mal endémico. En la actualidad, el 37,9% de la población de Castilla-La Mancha está en riesgo de exclusión social y un 7,7% sufre pobreza severa.
Las causas para acabar en esta situación son múltiples. “Puede ser por venir de familias desestructuradas, por un divorcio, por perder el trabajo, o por casos de violencia doméstica. El quedarse en la calle ocurre por temas económicos pero también familiares, cada persona trae su mochila de desarraigo”, expresa.
Una carga pesada que intentan hacer más llevadera en Cáritas. “Cuando llegan están muy agradecidos, se quitan ese miedo que produce el no saber dónde vas a dormir mañana o si vas a tener algo que comer, y enseguida cogen el pulso de querer buscar salidas y se dejan acompañar”. Algunos de ellos, asegura la responsable de Inclusión Social, llegan muy “tocados” con enfermedades crónicas, de ahí que proporcionarles la atención médica que necesitan sea fundamental.
Los procesos de atención suelen durar unos 18 meses y, aunque no siempre es un camino de rosas, a veces hay historias con un final feliz, como la que recuerda Trini de una familia en la que los progenitores han encontrado recientemente un trabajo fijo y han podido formar un hogar en un pueblo conquense.
"LA VIDA ME ESTÁ CAMBIANDO"
Entre las propuestas que plantea Cáritas para la campaña de este año se encuentra el fomento por parte de las administraciones de medidas de alquiler social y mayor corresponsabilidad por parte de la sociedad. “Todo el mundo tiene que hacer algo cuando ve que el de enfrente no puede acceder a los mismos derechos, no se puede mirar hacia otro lado y hacer a estas personas más invisibles de lo que ya son”, asevera la responsable del Área de Inclusión Social de Cáritas, Trini Valles.
La mayoría de usuarios de los recursos de Cáritas Cuenca son hombres, de entre 45 y 65 años, aunque cada vez hay más mujeres y jóvenes de clase media. “Lo que tenemos que tener muy claro es que hay tan solo un escalón entre una situación y otra, nos puede pasar a cualquiera”, precisa la responsable de Comunicación de la entidad, Mar Paz Ramírez.
Como le ocurrió a Gustavo Torres, que lleva en Cáritas desde hace dos meses. Salió en bici de Marbella para trabajar de temporero en Cataluña pero la convulsión política le hizo cambiar de opinión y de destino. Y acabó en Cuenca. Reconoce que desde que está en la organización “la vida me está cambiando a mejor”. Tuvo que salir a buscarse la vida porque ya no tenía ingresos para pagar su casa y los gastos. “Te ves pillado socialmente, y te da qué pensar”. Torres ha pasado momentos muy difíciles, e incluso ha llegado a pasar hambre, pero no se rinde. “Hago productos de artesanía, y esto me ha ayudado muchas veces a salir de apuros. Prefiero ofrecer algo que mendigar sin más, porque creo que la gente no tiene por qué darte”.
Cuando termine su estancia en Cáritas le gustaría echar raíces en Cuenca y tiene proyectos. “Quiero vivir en paz”, subraya.