Es el principal acto que, desde hace ya lustros, se realiza un Sábado de Dolores en la capital. Se trata del traslado del paso titular de la Real, Ilustre y Venerable Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias, que como cada jornada previa al Domingo de Ramos, ha procesionado desde la iglesia de la Virgen de la Luz, donde recibe culto el resto del año, hasta el convento de las Concepcionistas Franciscanas, desde donde saldrá a procesionar en el cortejo de En el Calvario del Viernes Santo por la tarde si el tiempo lo permite este año.
Se trata de una de las hermandades con más fieles de la Semana Santa de Cuenca, con más de 3.000 inscritos, y eso se ha hecho notar desde mucho antes que comenzara este traslado: numeroso público se agolpaba a las puertas del templo de San Antón y el puente que comunica el barrio con la ciudad para acompañar a la Madre en su recorrido hasta la Puerta Valencia.
Niños, personas mayores, familias al completo… Gente de todas las edades ha querido estar presente en el inicio del traslado que, cuando pasaban unos minutos de las siete de la tarde, la Virgen de las Angustias comenzaba a asomar en la penumbra del templo sanantonero.
Poco a poco los banceros y banceras han puesto a la talla sobre las horquillas y, aunque ha habido un microsegundo donde se han dejado escuchar unos tímidos aplausos, quizás de turistas que no conocen del silencio que se guarda siempre en Cuenca, las caras de emoción reflejaban la felicidad de aquellos fieles que por fin han vuelto a ver en la calle a la talla de Luis Marco Pérez.
Acompañada por la Banda de la Escuela Municipal de Música de Las Mesas, la Virgen de las Angustias ha empezado a recorrer los casi 900 metros que la separan de las Concepcionistas, con unas aceras abarrotadas de conquenses que, con el móvil en mano, han podido grabar y fotografiar el dulce caminar que los banceros han regalado este Sábado de Dolores. Además, durante todo el transcurso ha estado escoltada por agentes de la Guardia Civil en traje, al igual que cada En el Calvario.
Detrás de la Virgen han seguido sus pasos números penitentes que, en riguroso silencio y respeto, han acompañado a Las Angustias hasta el convento, quizás pidiendo porque no se cumplan los pronósticos meteorológicos, o quizás pidiendo a Nuestra Señora por volver a seguir viéndola por el empedrado conquense durante muchos años más.