Aparentemente no tienen nada en común pero al conquense Juanjo Pérez Martínez, de 66 años, el ucraniano Andriy Volovyk, de 46, y Andreea Denisa Meltiean, rumana afincada en Cuenca de 26, los ha unido la misma gran causa: ayudar, cada uno en su ámbito, a la población de Ucrania que ha llegado a la ciudad de Cuenca huyendo de la guerra que se vive en su país, en muchos casos con escasas pertenencias.
Lo hacen como voluntarios de Cruz Roja, que cuenta en la provincia de Cuenca con 44 personas que están apoyando la labor que la organización humanitaria está prestando a las personas ucranianas en su llegada a territorio conquense. Traducción, impartición de clases de castellano, actividades de ocio y juego con los más pequeños y adolescentes, acompañamientos para realizar gestiones y apoyo logístico son las labores que están desempeñando.
En concreto, hay diez personas voluntarias en clases de castellano, seis en labores de traducción, seis realizando acompañamientos (a la Policía y al hospital, entre otros lugares), doce en tareas de apoyo logístico y diez en la ludoteca –en este último caso, todas pertenecen a Cruz Roja Juventud–.
ACOMPAÑAMIENTO
“La gente viene triste porque no sabe cuándo va a poder volver a nuestro país. Han salido corriendo, con la documentación, algo de dinero y poco más”, explica Andriy Volovyk, que cuando hace diez años llegó a Cuenca nunca pensó que tendría que ayudar a compatriotas suyos debido a una guerra. Su voluntariado se está centrando en labores de traducción, acompañando a, por ejemplo, hacer gestiones al banco, a la Policía y al médico, dado que la mayoría –fundamentalmente son mujeres y niños aunque también hay personas mayores– no habla castellano. “Los jóvenes sí saben algo de inglés”, explica Andriy, que procede de Leópolis, una de las grandes ciudades de la parte occidental de Ucrania. “Esa zona está más tranquila pero el norte y el centro, lo han destrozado. En Kiev no han dejado nada”, dice con rabia y tristeza, agradeciendo por otra parte la solidaridad del pueblo español para ayudar a su país.
Una Kiev –capital de Ucrania– asedidada que ahora no se parece en nada a la que visitó hace veinte años su compañero Juanjo, según le cuenta a Andriy este profesor jubilado de Geografía e Historia y de Lengua, que ha pasado los últimos días preparando fichas y buscando audios y vídeos, entre otros materiales, para impartir clases de castellano. Ya tiene experiencia en estas lides porque lleva colaborando con Cruz Roja más de cinco años, en los que, entre otras acciones, ha participado en talleres de aprendizaje de español para refugiados, sobre todo sirios, paquistaníes y marroquíes. “Pero es la primera vez con europeos”, resalta.
El voluntario explica que van a priorizar la comunicación oral frente a la escrita con el fin de que las personas ucranianas puedan desenvolverse cuanto antes en la vida cotidiana. “Sería bueno hacer también actividades fuera del aula, por ejemplo, ir a tiendas para que se vean en una situación real”, propone. “Aunque los niños aprenden rápido. A los mayores les cuesta más”, añade.
RECURSO DE EMERGENCIA
En colaboración con la Secretaría de Estado de Migraciones, Cruz Roja tiene operativo en el país un dispositivo de emergencia para los ucranianos. En el caso de Cuenca, se ha habilitado un recurso de primera acogida para 40 refugiados que han llegado a nuestra ciudad y que contempla el alojamiento y manutención de estos refugiados, siempre que no tengan medios económicos para subsistir.
Las clases de castellano buscan facilitar la integración de estas personas, tanto adultos como menores, aunque se impartirán tanto a las personas que están en el recurso de emergencia como a otros ciudadanos de esta nacionalidad que han sido acogidos por familiares y conocidos.
Cruz Roja también ha puesto en marcha una ludoteca para hacer más llevadera la situación a los más pequeños. Con el idioma internacional del juego, se sirven de cartas, puzles, piezas de construcción, globos, motos y manualidades para sacar una sonrisa a los niños, explica Andreea Denisa Meltiean, una de las voluntarias de este recurso de la organización, con la que lleva colaborando desde hace dos años. “También tenemos pegatinas de Cruz Roja y a los niños les encanta jugar con ellas como si fueran tatuajes”, cuenta.
La respuesta de la sociedad con esta comunidad también está siendo muy positiva. Hasta la fecha, 60 personas se han ofrecido a apoyar a Cruz Roja a través del voluntariado aunque sigue siendo necesario que se incorporen más personas a las labores de traducción, una actividad fundamental en estos momentos.