La mentoría, figura clave en la historia de la Humanidad, recobra su vigencia contemporánea para ayudar a implementar, en el proyecto que nos trae aquí hoy, el segundo de los tres principios transversales de Naciones Unidas para los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, “No dejar a nadie atrás”.
No dejar a nadie atrás es la idea central del proyecto “Mentoría”, de Mentor, proyecto fruto de un convenio de aprendizaje-servicio entre la Facultad de Educación de Cuenca y la Consejería de Educación y Cultura, a las que se ha sumado el apoyo del Ayuntamiento de la capital. Consiste en “emparejar” a un estudiante universitario, que participa de forma voluntaria en el rol de “mentor”, con un estudiante de Educación Primaria que tiene dificultades para alcanzar el éxito escolar por cualquier razón de las que pueden generar vulnerabilidad educativa.
El aprendizaje-servicio se diferencia del voluntariado en que es realizado por estudiantes de una formación reglada, en este caso el Grado en Maestro de Educación Primaria de la UCLM; estudiantes que mientras realizan un servicio voluntario a la comunidad, están formándose y afianzando competencias profesionales clave. Sin este reconocimiento formativo, ni sin la comunidad, no sería aprendizaje-servicio.
El proyecto se está desarrollando, desde octubre, en seis colegios de la capital, con la participación de 36 estudiantes “mentores” y, lógicamente, 36 niños y niñas que, a juicio de los colegios, tenían dificultades, diversas, para alcanzar el éxito escolar. En este sentido complementa a los programas oficiales de refuerzo escolar como PROA+, programa nacional que implementan todas las Comunidades Autónomas, así como otras actividades y programas públicos de refuerzo y orientación.
Desde la lógica necesidad de priorizar recursos, PROA solo se aplica en un colegio de la capital conquense, y en eso reside la idea central de los ODS de no dejar a nadie atrás. En el proyecto Mentoría, el “centro” no es el colegio, sino los niños y niñas con problemas, pues es evidente que en todos los colegios encontramos estudiantes en situación de vulnerabilidad y con dificultades, no solo en los coles más “complejos”, y esa es la clave, llegar dónde los demás programas de refuerzo no pueden y de forma más efectiva, pues es individual.
Sin embargo, y tras la vivencia de compartir con los estudiantes de la Facultad en los últimos días la presentación de sus experiencias en un congreso de aprendizaje-servicio, y de compartir, también junto a profesoras de primaria de los coles participantes, una larga conversación en Radio Diferencia, nuestra propia percepción del proyecto, de su esencia, ha cambiado.
Algo tan aparentemente sencillo como que cada niña o niño tenga un referente (mentor) con el que establece un vínculo emocional, distinto y desconocido para el menor, tiene profundas implicaciones educativas. En primer lugar, refuerza las ideas del profesor Francisco Imbernón en el sentido de que la Educación no es tanto la transmisión de conocimientos como un diálogo entre sujetos que buscan significados, tanto de los contenidos curriculares como de sus propias emociones. No solo es ciencia, conocimiento, necesita algo más. Sin un vínculo afectivo no es Educación, lo que irremediablemente nos trae a la cabeza la pedagogía de Freire.
Para el maestro brasileño, el eslabón inicial de la educación es el amor propio, por lo que ésta debe centrarse en fomentar la autoestima del discente, imprescindible para mejorar las debilidades y evitar temores internos que bloquean la capacidad de avanzar, temores muchas veces generados por estereotipos o juicios valorativos externos. Eso es lo esencial en el trabajo de los mentores.
Su éxito es evidente en la satisfacción de las maestras de los colegios participantes, pues los niños y niñas han avanzado muy rápido al tener ese “referente” que no solo les ayuda, sino que habla con ellos, que establece un vínculo distinto. Pero, lo que es más importante para nosotros, también es evidente la mejora en la motivación de los estudiantes universitarios, que nos cuentan sus dificultades, su satisfacción y su inquietud por crecer, por seguir aprendiendo para poder ayudar más y mejor a “sus niños”, para compartir con ellos su propio sueño, el de una vida adulta mejor.
Como profesores, resulta enormemente estimulante, en lo intelectual, la bofetada que nos da Paolo Freire a través del proyecto Mentoría: no olvidéis que educar es un acto de amor.
Sin duda, el párrafo anterior sería un estupendo broche final para un artículo de opinión como éste, pero no podemos acabar estas líneas sin agradecer a la profesora Mercedes Ávila, directora y alma mater del proyecto, la invitación a participar en Mentoría, pues consideramos que no existe una inversión, en trabajo y recursos, más rentable que la dedicada a fomentar el éxito educativo de todas y todos, “sin dejar a nadie atrás”, pues es la vacuna de la exclusión y el germen de una sociedad, futura, sencillamente mejor. Sin duda es muy rentable.
Tampoco podemos terminar sin agradecer a nuestros estudiantes la lección que nos están dando, convirtiendo nuestro centro en una verdadera “facultad educadora”. También decía Freire que “nadie educa a nadie, todos nos educamos juntos”, pero en “la uni”, los “profes” tendemos a olvidarlo. Por eso queremos terminar con un verso de Pedro Pastor: queridas mentoras y mentores, “agradezco que estemos creciendo juntas, pues crecer es aprender a agradecer”.