"Nosotras también somos mujeres”. Este es el lema de la Fundación Cermi (Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad) Mujeres para este 8 de marzo con el objetivo de denunciar las discriminaciones múltiples que soporta el colectivo y para reclamar una mayor visibilidad. Tres féminas conquenses con diversidad funcional narran su experiencia y cómo las ha tratado la sociedad.
“Personalmente, no me he sentido discriminada por ser mujer y tener una discapacidad”, asegura Avelina Hortelano, de 69 años, que va en silla de ruedas desde hace treinta a consecuencia de la esclerosis múltiple que sufre. Los primeros síntomas de esta dolencia llegaron cuando tenía 38, tras su último embarazo. Desde entonces, la enfermedad ha ido escalando poco a poco y ahora tiene un grado II de dependencia aunque considera que debería reconocérsele un nivel III.
“Llegó un día en el que ya no me apañaba bien y tuve que recurrir a la silla de ruedas”, cuenta la también presidenta de la Asociación de Esclerosis Múltiple de Cuenca (Ademcu), que lamenta que todavía no se hayan eliminado las barreras físicas y haya muchos edificios que no son accesibles. “Las cosas han mejorado pero hay muchos sitios a los que no puedo ir”, asegura.
Por su parte, Josefina Soriano Moya, maestra jubilada de 70 años, también asegura que no se ha sentido discriminada “ni por ser mujer ni por tener discapacidad”. Natural de Belmontejo y residente en la actualidad en Cuenca, desde hace casi dos décadas va en silla de ruedas aquejada de una distrofia muscular.
A los 18 años comenzaron los problemas al ir perdiendo fuerza en las piernas: “Jugaba al balonmano y lo tuve que dejar”, rememora esta mujer, que agradece el consejo que por aquel entonces le dio el médico que la trataba en Madrid: “Me dijo que yo tenía que seguir estudiando y así hice. Gracias a eso trabajé como maestra y ahora tengo una pensión”.
“Me casé en 1984 con tacones”, bromea ahora esta mujer, que cuenta que su marido, enfermo de esclerosis múltiple y fallecido hace siete años, también iba en silla de ruedas. “Parecía que yo lo llevaba a él pero era al revés porque yo me apoyaba en la silla”, admite.
Pero a pesar de sus limitaciones, dice que intenta vivir su enfermedad con normalidad. “Lo que más me fastidia es que hay muchos sitios que no son accesibles”, critica.
Por otro lado, Alicia Garrido Medina tuvo en 2007 un accidente de tráfico que le cambió la vida. Se fracturó las vértebras, lo que le obligó a cambiar de profesión ya que las secuelas del suceso ya no le permitían seguir trabajando como personal sociosanitario con personas mayores. Tras la rehabilitación y una intervención quirúrgica, decidió reciclarse y empezó a estudiar un ciclo formativo de Auxiliar Administrativo porque, no podía hacer un trabajo físico pero sí otro tipo de tareas.
“Mi primera nueva oportunidad como auxiliar fue en un Plan de Empleo del Ayuntamiento”, rememora ahora esta mujer, de 51 años. Después llegarían otros empleos como conserje en una residencia y vendedora de cupones de la ONCE hasta que en 2013 comenzó a trabajar como auxiliar administrativo en Cocemfe Cuenca, donde sigue a día de hoy.
“Un hombre no se encuentra con dificultades de conciliación. A ellos no se les juzga por eso. Nunca me han puesto trabas pero ves el rechazo de la sociedad”
Acerca de si se ha sentido discriminada por ser mujer y tener discapacidad, cree que la mayor traba es que se sintió juzgada por la sociedad por ponerse a estudiar teniendo tres niños, con doce, siete y cuatro años cuando sufrió el accidente. “Está mal visto que una madre deje a sus hijos. La culpa y las dificultades para conciliar son lo peor aunque yo tuve todo el apoyo del mundo por parte de mi marido y de mis hijos”, destaca.
“Un hombre no se encuentra con esas dificultades. A ellos no se les juzga por eso. Nunca me han puesto trabas pero ves el rechazo de la sociedad”, reflexiona. Pero no se rindió: “Decidí no quedarme en casa”. Y también reinventó sus aficiones cambiando los bailes de salón por cantar en el coro de la catedral, al tiempo que empezó a escribir “para gestionar el dolor y las noches sin dormir”.
La mujer apunta que una de las mayores trabas que se encuentran las personas con discapacidad, con independencia de su género, es precisamente en el empleo. Conscientes de ello, desde Cocemfe trabajan sobre todo la inserción laboral. Alicia Garrido señala que hace falta que se adapten puestos para este colectivo. “Se tiene una limitación pero esto no quiere decir que no se pueda trabajar”, reivindica.
Barreras
Isolina Martínez, presidenta del Fórum de Discapacidad de Cuenca, también apunta a las mayores trabas que en este ámbito han sufrido “históricamente” las mujeres con discapacidad respecto a los hombres. Asimismo, pone el acento en el entorno rural, con mayores problemas de accesibilidad. “Aunque las mayores barreras son las actitudinales”, asegura.
“La mujer con discapacidad ha permanecido a lo largo del tiempo invisible, discriminada y excluida, sufriendo desigualdades y falta de oportunidades. Aunque en las últimas décadas, la sociedad está más concienciada. Antes, estas personas permanecían en casa, prácticamente encerradas, sin posibilidad de tener un proyecto de vida según sus capacidades”, recuerda.
Con motivo del Día Internacional de la Mujer, desde la Asociación Roosevelt de Cuenca -que trabaja por los derechos de las personas con discapacidad física- también han lanzado un vídeo para visibilizar a este colectivo y mostrar su problemática específica.
El presidente de la asociación, José María Martínez, apunta que este colectivo sufre “tres veces más agresiones sexuales y violencia de género” y una doble discriminación en ámbitos como el educativo y el laboral, entre otros. “La sociedad se está perdiendo las enormes capacidades de estas mujeres”.