Guillermo González y Rubén Burgos se conocieron siendo banceros del Cristo de las Misericordias, ‘El Cristillo’, cuando solo tenían 16 y 18 años. Desde aquel día, sus vidas se han ido trazando de una forma casi paralela porque a una profunda amistad se une el hecho de que ambos trabajan juntos en el mismo centro de rehabilitación y sienten una pasión desmedida por la Semana Santa de Cuenca.
Guillermo y Rubén reconocen vivir por y para la Semana Santa, “es como una enfermedad” para la que se preparan a conciencia desde mucho antes de Cuaresma. De hecho, una vez que terminan las fiestas de San Mateo las marchas de Semana Santa empiezan a sonar en el centro de rehabilitación del Hospital Recoletas en el que ambos trabajan, uno como fisioterapeuta y otro como auxiliar.
“Tenemos en el trabajo un altavoz y nos gusta poner todo tipo de música; cuando termina San Mateo ya le estamos dando caña a las marchas de Semana Santa”, nos cuenta Guillermo. “Dime tú en qué centro de rehabilitación ponen marchas de Semana Santa mientras tratan a los pacientes, pues nosotros estamos así desde septiembre y nuestros pacientes se animan. Eso sí, tenemos a las compañeras hartas”, añade Rubén mientras ambos ríen.
“Dime tú en qué centro de rehabilitación ponen marchas de Semana Santa”
La Semana Santa conquense es un acontecimiento especial que Guillermo y Rubén viven desde muy pequeños y que les han inculcado sus familias. Guillermo es miembro de ocho hermandades y bancero desde el Martes Santo al Jueves Santo. “Es un no parar, el martes soy bancero en La Magdalena, el miércoles en la Negación de San Pedro, de la que soy hermano fundador, y el jueves en la Soledad del Puente. Una vez que termina la procesión del jueves nos vamos a casa, nos duchamos, cenamos algo y salimos con los amigos a Las Turbas”, explica Guillermo.
Rubén, por su parte, pertenece a cuatro de las hermandades y vive la Semana Santa conquense con la misma intensidad que su amigo porque “se trata de la mejor semana del año”. “Yo salgo de bancero el martes en la Virgen de la Esperanza, el miércoles en el Beso de Judas y el jueves en ‘El Cristillo’ y después de ocho horas y media de procesión, como no puede ser de otro modo, nos preparamos como la mayoría de conquenses para vivir intensamente Las Turbas”, relata Rubén.

QUIERO SER BANCERO
Para Guillermo y Rubén, “la gran ilusión” cuando eran niños era la de ser banceros en la Semana Santa: “desde pequeños ves cómo los mayores sacan los pasos y tú quieres ser como ellos, quieres cumplir los 18 años para subastar un banzo y estar debajo de la imagen”, nos cuentan. Antes de que llegara a sus vidas ese momento tan importante, Guillermo y Rubén se conformaban “con sacar las tulipas, los hachones, el farol, el guion, los estandartes o con la subasta de algún enser”. Después “nos estrenamos de banceros con ‘El Cristillo’ porque en Cuenca te estrenas en ese paso antes de dar el salto grande”.
No se trata de sacar una imagen y nada más, nos cuentan, “es una penitencia que haces” cada vez que sacas como bancero un paso de Semana Santa, un acto que se ha convertido en una inversión económica cada vez mayor “para la que también nos preparamos a lo largo del año” porque si vas a la subasta “es porque te vas a quedar el banzo al precio que sea”.
“Hay gente que dice que somos unos locos, pero cuando estás debajo del paso se te pasan veinte mil imágenes por la cabeza, piensas en todo, disfrutas, lloras y ríes. Ves a tu familia que te sigue en el trayecto y que derraman lágrimas por verte como bancero. Los ves, te emocionas y te creces. Ya no importa lo cansado que estés porque te vienes arriba y aguantas lo necesario”, explica Guillermo.
Rubén recuerda con pesar lo que supuso para ellos que el año pasado las intensas lluvias impidiesen la salida de los pasos de sus respectivos templos: “Menos el Domingo de Ramos, la lluvia no dio tregua el año pasado y estar esperando un año entero esta semana para después no poder vivirla, es un vacío muy grande el que te queda”.
Si hay un momento que su amigo Guillermo recuerda con especial cariño fue el año que se estrenó como bancero en la Soledad del Puente, un año en el que además ‘El Cristillo’ rindió un homenaje a su madre: “Aquel año operaron a mi madre de la espalda y la operación fue muy complicada. La pobre estuvo muy fastidiada y los banceros tuvieron el detalle de torcer el paso cuando pasaron por delante de ella y regalarle un ramo de flores”.
Guillermo y Rubén, que aman la música y las marchas de Semana Santa como La Esperanza y Triana, tienen en casa “pequeños altares” con libros, medallas, fotos, estampas, estatuas y multitud de recuerdos que han ido atesorando a lo largo de muchas Semanas Santas vividas. Pero si hay algo bonito en la historia de ambos es el haberse conocido siendo unos niños con ‘El Cristillo’ donde 28 banceros, todos muy jóvenes, formaron una familia que perdura con el paso del tiempo.