centenario de la muerte de José Gómez ‘Gallito’
Joselito no pudo torear en Cuenca por una cogida tres días antes en Bilbao
Se celebra este año el Centenario de la muerte de José Gómez “Gallito” (16 de mayo, 1920, Talavera de la Reina), más conocido como Joselito, que formó parte en la primera mitad del siglo XX de la llamada Edad de Oro del toreo. En este periódico ya publicamos en su día que Joselito sólo había toreado en dos ocasiones en la provincia de Cuenca, las dos veces en San Clemente, en los años 1916 y 1917. Dos tardes en la Villa sanclementina, que pasan con letras de oro a los anales de la Historia de la Tauromaquia Conquense.
Quedaba la interrogante de por qué Joselito no había actuado en Cuenca, pues durante su etapa novilleril y como matador (entre 1910 y 1920) la ciudad había contado con dos plazas de toros: “La Perdigana” en la Ventilla, en el solar donde fue construido el antiguo Cine Xúcar y la plaza de Caballer, que tuvo una vida efímera entre 1913 y 1920, precisamente los años de apogeo del maestro de Gelves, que revolucionó el toreo en las primeras décadas del siglo XX.
Interrogante aclarada, dado que ni siquiera en el libro “Historia de la Tauromaquia Conquense”, del inquieto historiador Heliodoro Cordente “Dorito” (con quien colaboré gustosamente prestando abundante información), no aparece dato alguno sobre Joselito y su inclusión en los festejos de Cuenca de 1912 ni tampoco la inauguración de la plaza de Caballer de 1913.
“LOS NIÑOS SEVILLANOS”, DOS TARDES
En las ocho temporadas como matador de toros de Joselito (finales de 1912 y mayo de 1920), nunca fue anunciado para la feria de Cuenca, aunque estuvo a punto estar en el cartel de 1915, pero su apoderado Pineda, que llevaba a los dos, prefirió incluir a su hermano Rafael “El Gallo”, con Juan Belmonte y el padre de Manolete.
Sin embargo, en 1912, sí estuvo anunciado “Gallito III” en Cuenca, en su última temporada como novillero, con la denominada cuadrilla de “Los Niños Sevillanos”, que completaba con José Gárate Limeño. Ambos tenían 17 años en 1912 y llenaban las plazas, hasta el punto que ese año sumaron 45 festejos.
Para Cuenca era todo un acontecimiento anunciar a los “Niños Sevillanos” en lugar de una corrida con espadas de segunda. Así, el día de San Pedro de 1912, se celebró en la plaza “La Perdigana” una novillada en la que actuaron Adolfo Guerra y Serranito de Córdoba, con reses de Herraiz. (La plaza había sido reparada, pues en 1910 no se autorizó dar corridas por su mal estado). Al final del festejo se anunció que para la feria de San Julián habían sido contratados “Los Niños Sevillanos” para actuar dos tardes: los días 5 y 6 de septiembre.
TELEGRAMA DEL GOBERNADOR DE SEVILLA
La expectación fue subiendo de tono conforme pasaban los días y llegaban noticias en la prensa local de los triunfos de Joselito y Limeño en sus diferentes actuaciones. A finales de agosto se publica que, según la prensa madrileña, “Los Niños Sevillanos” torearán en Cádiz el día 5, sin mencionar a Cuenca para nada, y se armó el consiguiente revuelo. El 28 de agosto se publica en el bisemanario “El Liberal” el telegrama que ha enviado el Gobierno Civil de Sevilla al de Cuenca, organismo que tenía en su poder el contrato para celebrar el festejo, que había inquirido la declaración del apoderado de “los Niños”:
“El gobernador de Sevilla al de Cuenca. El Sr. Pineda, apoderado de los diestros “Limeño” y “Gallito”, me asegura que éstos no tienen en los días 5 y 6 de septiembre próximo más contrato que el de esa capital, y que seguramente irán a cumplirlo, a no ser que alguna circunstancia fortuita lo impidiera”.
Con esa explicación el periódico conquense apuntaba que quedaba aclarada la duda y que todo “el conflicto” quedaba reducido a un error de informaciones de los colegas madrileños o sus corresponsales. Y añadía el periódico: “En Cuenca torearan los afamados matadores, si alguna cogida no les inutiliza en las corridas que aún tienen con anterioridad al día 5, y aquí les aplaudiremos como la fama de que vienen precedidos nos permite augurar”.
Y aún remataba: “Damos la enhorabuena a la empresa y al público, aplaudimos el celo de la autoridad, atenta en esta como en otras ocasiones a lo que el interés de la población y el orden exigen, y nos felicitamos todos de que la tempestad se haya convertido en llovizna insignificante”.
Concluía la información del 28 de agosto --una semana antes de que se celebrasen los festejos taurinos de San Julián del 5 y 6 de septiembre--, señalando que abundaban los pedidos de localidades, “quedando poco número ya de las preferentes, estando agotados los palcos y garantizado un lleno colosal. Que el tiempo ayude, y las dos tardes de corrida serán dos buenísimas tardes de feria, en las que todos quedaremos satisfechos”.
En la edición del 4 de septiembre de “El Liberal” se hablaba sobre la Feria en general, y respecto al apartado taurino recogemos este fragmento, que denotaba cómo se encontraba la plaza de toros de la familia Lledó: “Obra de romanos es la organización de una mediana fiesta de toros, teniendo como local único para celebrarla una cosa que fue plaza en los años de la revolución y que hoy solo sirve en conciencia para almacén de maderas ennegrecidas y semipulverizadas por los agentes atmosféricos”. Vamos, que el coso taurino de “La Perdigana” ofrecía un lamentable aspecto y por ello los festejos de 1912 fueron los últimos celebrados en ese coso, amén de una función de circo días después.
Las actuaciones previstas por “Los Niños Sevillanos” (Joselito y Limeño) durante el mes de septiembre eran las siguientes: el día 1 en Bilbao; el 3 en Valdepeñas; los días 5 y 6 en Cuenca; el 8 en Santander y los días 11 y 12 en Utiel, localidad que había pertenecido a Cuenca y seguía ligada a la diócesis conquense; de Utiel a Valencia el día 13 para cerrar su etapa novilleril Joselito el día 14 en Murcia, pues el 15 de septiembre iba a tomar la alternativa.
JOSELITO, COGIDO EN BILBAO
Y llegó lo inesperado, pues tres días antes de actuar en Cuenca, Joselito lo hacía en Bilbao junto a Limeño, y allí recibió una cornada tras ser prendido al saltar la barrera. Era su “bautismo de sangre”. El apoderado de “Los Niños” contrató al mejicano Carlos Lombardini, que había recibido la alternativa dos años antes, pero que había renunciado al doctorado y se encontraba en Madrid. Le acompañaba, eso sí, la cuadrilla de “Joselito”. Así comenzaba su crónica “Don César” en “El Liberal”, que en lugar de decir novillada hablaba de corrida: “La cogida de Gallito III en Bilbao ha sido la causa de que nuestras corridas de feria, que habían sido organizadas como en capitales de primer orden, hayan resultado lo más insulsas y deslucidas posibles. El público que a Cuenca acudió en gran masa, deseoso de presenciar las faenas del artista torero, que los grandes rotativos madrileños lanzan de continuo a los cuatro vientos, vio defraudadas sus ilusiones y la animación decayó mucho cuando definitivamente se fijaron los carteles de sustitución y, a pesar de que el diestro que había de competir con Limeño era un matador de cartel como “Lombardini”, con alternativa en plazas como la de Barcelona, no se consiguió llenar la plaza, y una regular entrada al sol y más cuajadita a la sombra, aunque sin excederse, fue la que presenciamos en los tendidos…”
Efectivamente el mejicano Carlos Lombardini se presentaba en Cuenca junto a Limeño, aquella tarde del 5 de septiembre de 1912, acompañado de la cuadrilla de Joselito, en el festejo que iba a ser el último de la plaza de “La Perdigana”, que entonces regentaba como empresario Constantino Lledó, con una capacidad para 4.500 espectadores.
DOS TARDES CON MÁS VARAS QUE OREJAS
Se lidiaron seis novillos de Genaro López Quijano (antes Ibarra), que pelearon en varas: el segundo entró seis veces al caballo --que entonces no tenían peto—y el cuarto recibió nada menos que ¡ocho varas! al decir del cronista, manseando el resto de la bueyada, flojos en la muleta, y dejando algún penco muy malherido.
Lombardini, que vistió de verde y oro, mostró cierta experiencia y con altibajos se lució con el capote, en un par de banderillas y algunas tandas con la muleta. Fue ovacionado en los tres novillos que lidió, destacando los banderilleros Magritas y Cuco, de la cuadrilla de Joselito.
José Gárate Limeño también fue ovacionado en los tres toros que lidió, llevando en su cuadrilla a su hermano Limeño Mayor, que se lució con los garapullos y hacía de sobresaliente. Destacó en algunos lances de capa y muleta y poco más. El público salió poco satisfecho, esperando que al día siguiente los toreros estuviesen más lucidos.
Las cuadrillas, que habían llegado a Cuenca en el tren mixto, junto al famoso aviador Benito Loygorri (que realizó una exhibición en la Fiesta de la Aviación los días 4 y 7), pernoctaron en los dos hoteles que había en Cuenca: el “Iberia”, situado en el número 6 de Mariano Catalina (Carretería), y el hotel Comercio, donde pasaban consulta los especialistas médicos de Madrid que venían a Cuenca por Ferias y Semana Santa, entre ellos el doctor Galíndez.
AL BORDE DE LA SUSPENSIÓN
El día 6 de septiembre amaneció luminoso y con el astro rey invitando a los toros, en tarde de sol y moscas. La Ventilla ofrecía un gran ambiente, aunque con la incertidumbre de que la novillada podía ser suspendida, según contaba “Manolete” en la crónica de “El Liberal”, pues había corrido la voz de que se habían escapado los novillos de Damián Flores. Aclarado el infundio, otro rumor más veraz, congregó a los aficionados delante de las taquillas, donde un aviso indicaba que la novillada estaba suspendida.
El cronista “Manolete” se acercó hasta el Gobierno Civil, que estaba en Fermín Caballero, 2, y allí conoció que el diestro Limeño se había negado a matar los novillos de Flores (luego Samuel Flores), por entender que tenían más edad de la debida. El gobernador civil interino, señor Ballesteros, convenció a los toreros sobre los datos del ganado de Albacete, y se quitó el cartel de suspensión de la taquilla por otro que decía lo siguiente: “la novillada anunciada para las cuatro de la tarde comenzará a las cinco”.
La plaza ofrecía buen aspecto, aunque sin el lleno esperado, y a la hora del paseíllo, Lombardini y Limeño fueron recibidos con silbidos, mientras la ovación se la llevaba el alguacilillo Julián Guerrero al recoger la llave de toriles que le mandó desde el palco el presidente, Rafael Blasco. Curiosamente, los dos espadas lucían sendos ternos verde y oro.
Lombardini se hizo aplaudir en su primero, negro zaíno, que recibió cuatro puyazos y dejó a un caballo “listo para el arrastre”. En el tercero, negro meano, se lució en algunos pasajes con la muleta, pero falló estrepitosamente con el acero y fue abroncado. El quinto, negro meano, se empleó tres veces con el piquero, pero manseó en la faena de muleta y el mejicano tardó quince minutos en entrar a matar. Fue aplaudido por su paciencia.
Limeño no tuvo suerte con su primero, segundo de la tarde, un toro berrendo que buscaba la querencia, mientras el novillero buscaba la manera de sacarle algún pase. Tras entrar a matar, el puntillero Finito pinchó al novillo de Flores en los costillares desde la barrera y el público protestó “pidiendo sea llevado a la cárcel”, según escribía “Manolete”. El presidente Blasco hizo subir al palco a Finito y a Limeño y les impuso una multa de 50 pesetas.
Tras el incidente siguió el festejo. En el cuarto, negro zaíno, Limeño se hizo aplaudir en unos lances, y el puntillero Finito fue ovacionado esta vez al acertar a la primera. En el sexto, un “berrendo en colorado”, Limeño intentó contentar al enfadado público con “un quite superior” y una faena de brega de “pocas luces”, pues apenas se veía pasadas las siete de la tarde…
En resumen, escribía “Manolete” en “El Liberal”: “Ganado malo, exceptuando el tercero. Los torero, malos también, con especialidad Lombardini, y Limeño peor. En banderillas, Magritas, Cuco y Limeño II. Picando, Utrera y Carriles. La presidencia, acertada, y el público, aburrido”.
“Los Niños Sevillanos” fallecieron en plena juventud: Joselito, con 25 años y gran figura del toreo, en el ruedo de Talavera de la Reina en 1920, y Limeño con 26 años el 3 de septiembre de 1921, por una angina de pecho.
Este festejo pasaba a la historia taurina conquense no sólo porque no pudo venir Joselito “Gallito”, casi en su despedida de novillero, dado que tomó la alternativa el 29 de septiembre, sino porque fue el último espectáculo taurino que se celebró en la plaza “La Perdigana”, de la familia Lledó, con 64 años de actividad, la segunda plaza de obra que tuvo Cuenca. El año siguiente, 1913, fue inaugurada la plaza de Caballer, junto a la estación, que sólo duró siete años al fallar la cimentación. En 1927 se inauguró el actual coso taurino del Paseo “Chicuelo II”, este año sin toros por el Covid-19.