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La huella que deja en los niños la violencia de género

En lo que va de año han pasado por la casa de acogida de la provincia de Cuenca doce mujeres con nueve menores que llegan al centro con múltiples secuelas
La huella que deja en los niños la violencia de género
Imagen de archivo de la casa de acogida de Cuenca
25/11/2021 - Dolo Cambronero

En algunos hogares, los niños no tienen miedo a que venga el coco. Sus temores son mucho más terrenales: los monstruos son los padres. En lo que va de año, por el recurso de acogida que el Gobierno regional tiene en la provincia de Cuenca para víctimas de violencia de género han pasado doce mujeres con un total de nueve menores -cinco niños y cuatro niñas, con edades entre uno y 16 años- huyendo del maltrato. La edad de los pequeños y, sobre todo, el tiempo que hayan estado expuestos al horror, además de la gravedad de este, serán determinantes en el proceso de reparación del reguero de heridas que deja esta problemática.

La normativa actual reconoce como víctimas directas a los hijos de las mujeres afectadas por los malos tratos. A fecha 31 de octubre, en la provincia de Cuenca hay 19 casos con menores en situación de vulnerabilidad por violencia machista, uno de ellos de nivel alto, según reflejan las estadísticas del portal del Sistema de Seguimiento Integral en los casos de Violencia de Género (Sistema VioGén) del Ministerio del Interior. 

En el conjunto de Castilla-La Mancha, hasta esa fecha se contabilizaban 376 casos de menores en situación de vulnerabilidad y 24 casos con niños en situación de riesgo por violencia de género. 

“Si han estado mucho tiempo expuestos a la violencia en sus casas, será más complicada la recuperación. Pero los niños tienen una gran capacidad de resiliencia y logran salir adelante. La mayoría de los casos son esperanzadores”, subraya María Jesús Ayllón, trabajadora social y coordinadora del recurso de acogida de la provincia.

 

La huella que deja en los niños la violencia de género

RECUPERAR EL VÍNCULO DE APEGO CON LOS HIJOS

En estos momentos, en la casa hay tres menores, todos varones, de entre tres y doce años. Cuando llega al recurso una víctima con niños, lo primero es “estabilizar la unidad familiar”. “Hay que recuperar la figura de madre y fortalecer el vínculo de apego con sus hijos porque, en muchos casos, el agresor la ha anulado como mujer y como madre. Hay que reforzarlas y apoyar sus decisiones”, cuenta Ayllón.

En la intervención con los menores, se establece un plan individualizado dependiendo de su situación y se trabaja “con perspectiva de género” y consensuando siempre cualquier acción con sus madres. “Nunca imponiendo”, deja claro la coordinadora de la casa. 

No hay que olvidar que, además de toda la violencia con la que han convivido los pequeños en sus hogares, la entrada al centro supone un “choque tremendo para los niños”. “Han dejado sus juguetes, sus colegios, sus amigos, sus vidas… y llegan a un entorno nuevo. Todo es inseguridad para ellos”, matiza la responsable del recurso. “Pero su capacidad de adaptación es enorme. De verdad que se merecen un diez”, añade. 

El equipo multidisciplinar que acompaña en este recurso a las familias que han sufrido esta violencia está formado por siete profesionales: tres trabajadoras sociales -entre ellas Ayllón- dos educadoras, una psicóloga y una cuidadora.

Porque la intervención con estas mujeres y sus hijos debe ser integral. “Algunos niños expresan lo que han vivido con conductas disruptivas”, explica. Así, algunos tratan a sus madres de la misma forma que el agresor se relacionaba de forma irrespetuosa con ellas, en una suerte de “aprendizaje vicario”.

Pone como ejemplo un caso “muy duro” de un menor que llegó al recurso y presentaba este tipo de conductas contra su madre y su hermana pequeña, hasta el punto de llegar a lesionar a esta última en la propia casa de acogida. “Aunque después de un proceso de intervención, es un niño recuperado e integrado que ha crecido en un entorno saludable y fuera de la violencia”, aclara, al tiempo que también recuerda a un menor que “tenía miedo a reproducir la conducta del padre”.

Sobre esta cuestión, reconoce que se observan diferencias en el comportamiento de niños y niñas que han soportado situaciones de violencia de género. Aunque por parte de ellos hay casos en los que se imitan conductas de control hacia la madre, otros asumen sin embargo un rol protector, el papel que adoptan mayoritariamente las menores, en las que también se detecta una “idealización” del amor.

 

Temores nocturnos, conductas disruptivas, tristeza y bajo rendimiento escolar son algunos de los efectos de la violencia machista en los niños

HERIDAS EMOCIONALES

En todo caso, niños y niñas expuestos a la violencia machista sufren secuelas bastante parecidas. Enuresis y temores nocturnos, trastornos en la alimentación, conductas desafiantes y agresivas, baja autoestima, tristeza, depresión, dificultades para relacionarse con sus iguales y bajo rendimiento académico son algunos de los efectos que deja el maltrato. En los casos más complicados, algunos menores tienen que ser tratados en la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil. 

Para ayudar con el proceso de recuperación, dentro del recurso también se hacen talleres grupales con los niños. Además de arroparse emocionalmente, las féminas también se ayudan en el cuidado de los pequeños. Así, a través del programa ‘De mujer a mujer’, se ocupan de otros menores cuando sus madres tienen que salir al exterior. 

“Hay momentos complicados en el proceso de recuperación pero los menores van avanzando”, indica Ayllón. Al final, todo el trabajo desarrollado va encaminado a un único fin: borrar la huella de la violencia de género.


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