El sector cinematográfico ha perdido en los últimos seis años más de 450 salas de cine en todo el país y se prevé que los cierres continúen como consecuencia del descenso de la asistencia a las salas motivado principalmente por la piratería y los cambios de hábitos. Y, ante la posibilidad de que algo similar ocurra en el sector del libro, el escritor Lorenzo Silva, pregonero de la feria Cuenca Lee que hasta el domingo acoge la Plaza de España de la capital y autor de novelas como ‘La flaqueza del bolchevique’, llevada al cine por Manuel Martín Cuenca en el año 2003, advertía durante el pregón inaugural de la necesidad de que la ciudadanía apoye a librerías y bibliotecas porque, de lo contrario, estas podrían acabar cerrando y perderíamos “parte del tejido cívico de nuestras comunidades, parte del alma de las ciudades”.
En el caso de Cuenca, la labor que las administraciones públicas y las bibliotecas realizan desde hace años en favor de la cultura no hace prever, según Silva, que el sector sufra un declive en el corto y medio plazo. “Estimulan a los lectores, aglutinándolos, creando una experiencia de encuentro humano que hace que haya lectores excepcionales”, señaló este escritor nacido en Madrid asiduo a los eventos culturales conquenses desde hace casi dos décadas.
Lo cierto es que en esta línea están los datos de usuarios de las bibliotecas ubicadas en la capital: la biblioteca Fermín Caballero, gestionada por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, registró el pasado año 239.409 visitantes, una media de mil diarios, y cuenta con 25.972 socios con carné, en torno al 48 por ciento de la población capitalina, mientras que las bibliotecas municipales (Aguirre, Fuente del Oro y Villa Román) registraron el pasado año 70.000 usuarios, un 14 por ciento más que el año anterior.
También invita al optimismo la aceptación, por parte del público conquense, de la feria del libro Cuenca Lee, que cuenta con 24 stands entre librerías y editoriales, en su mayoría conquenses, y también ha programado distintas presentaciones de libros, encuentros con autores y actuaciones como conciertos, magia o cuentacuentos, principalmente en Cuenca capital pero también en Las Pedroñeras, Tarancón, Segóbriga y Villanueva de la Jara.
ENCUESTA DE LECTURA
Las encuestas sobre lectura realizadas en España y Castilla-La Mancha no son sin embargo demasiado alentadoras. Así, según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros 2017, el 59,7 por ciento de los españoles lee por ocio en su tiempo libre, al margen de por trabajo o estudios, un porcentaje bastante inferior a la media europea, del 70 por ciento. Más esperanzador es el dato según el cual el 80 por ciento de los jóvenes de entre 10 y 14 años de edad son lectores frecuentes. Además, Castilla-La Mancha, junto con Navarra, La Rioja, Asturias, Murcia y Andalucía, se encuentra entre las comunidades autónomas que desde 2011 registran un mayor crecimiento de la lectura de libros durante el tiempo libre.
Y la encuesta sobre hábitos de lectura en Castilla-La Mancha llevada a cabo por el Gobierno regional en el año 2017 muestra datos más preocupantes, pues, entre otras cosas, aunque apunta que el 66 por ciento de las familias encuestadas sitúan la lectura como la segunda actividad en la que emplean más tiempo (la primera es la televisión), el 46 por ciento de las unidades familiares que leen por ocio indican que al año consumen entre uno y cinco libros, cifra que los expertos consideran insuficiente.
En el caso de distintos escritores, periodistas, profesores y bibliotecarios consultados por Las Noticias, las cosas no son blancas ni negras, pero, en líneas generales, la mayoría considera que se podría conseguir que la población leyera mucho más.
Así, el historiador y cronista oficial de Cuenca Miguel Romero tiene la impresión de que en Cuenca “se escribe más que se lee”, pues “se publican muchos libros que la gente adquiere como colección, pero que luego apenas se llegan a leer, como mucho, en un 25 por ciento”.
Y aunque resalta la labor desempeñada por ferias como Cuenca Lee y, sobre todo, por los talleres de lectura de las bibliotecas públicas que funcionan durante todo el año, y que a su modo de ver “están haciendo una gran labor para aprender a leer, a saber interpretar, a través del comentario de las lecturas en grupo”, advierte de que esta práctica, probablemente por “escasez de tiempo”, no es sin embargo tan común en los colegios e institutos españoles, de ahí que los alumnos, según ha podido observar, “muchas veces no sepan interpretar lo que leen”, ante lo que considera que los planes de estudio deberían dedicar más tiempo a la lectura.
De una opinión similar es el impulsor del Encuentro de Novela Criminal Casas Ahorcadas, Sergio Vera, que también valora la actividad que Cuenca ofrece de talleres pero advierte de que estos están dirigidos a personas que “ya son lectores”, de modo que “no forman nuevos lectores, sino pequeñas comunidades de lectores”.
LOS DOCENTES LEEN POCO
En opinión de Vera, adonde hay que dirigir los esfuerzos, por tanto, es a los colegios e institutos. Porque, aunque reconoce que su teoría no sentará bien a los docentes, considera que estos no leen lo suficiente como para animar a que lo hagan sus alumnos. Y lo hace con datos en la mano ya que, según una encuesta que él mismo realizó para su tesis, el 48 por ciento de los 926 alumnos de Magisterio consultados apenas leía entre cero y dos libros al año. “Ahí está en mi opinión el origen del problema”.
Ángel Luis Luján, profesor de Literatura en Magisterio, además de poeta, crítico literario y miembro de la Real Academia Conquense de las Artes y las Letras(Racal), se suma, por su experiencia como docente, a este planteamiento, al percibir que “solo un porcentaje mínimo de los que van a ser futuros maestros se declara como lector asiduo”, y entender que “si un maestro no lee ni disfruta con la lectura, mal le va a transmitir el gusto por los libros a los niños”.
Advierte, además, de los “estímulos tan poderosos” de los que están rodeados pequeños y jóvenes, principalmente internet y los videojuegos, “que compiten con el hábito lector”.
MÁS APOYO INSTITUCIONAL
En opinión del autor de poemarios como ‘Experimentos bajo Saturno’ y libros didácticos como Cómo se comenta un poema’, también desde las instituciones públicas se podría hacer más por fomentar la lectura, ya que aunque reconoce que se hacen campañas de promoción, se mantienen y se dota de nuevos recursos a las bibliotecas y se organizan ferias del libro y actividades en torno a la lectura, “no se preocupan por crear un verdadero ambiente cultural, pues no hacen nada por atenuar, contrarrestar o limitar la influencia y circulación de tantos miles de productos de ínfima calidad, e incluso dañinos para el intelecto, que los ciudadanos consumen como si fuera cultura o simplemente ven como una forma fácil de pasar el tiempo libre”.
Algo más optimista se muestra el poeta y periodista, además de miembro de la Racal, José Ángel García, quien aunque reconoce que “leer no ha sido nunca una actividad mayoritaria” y que “sería agradable que leyéramos más”, sí considera que, en realidad, “estamos mejor que nunca. Hace años que desapareció el analfabetismo y, aunque sea novelas premiadas y best-seller, la gente compra libros, y si lo hace no va a ser solo para tenerlos en la estantería. Cuando vas en el metro por grandes ciudades como Madrid se ve a mucha gente que lee, tanto en soporte digital como en papel”.
Sí advierte de que existe un bajo índice de lectura en periódicos impresos en comparación con Europa que sería necesario potenciar y considera necesario que los centros escolares, las bibliotecas y las administraciones aglutinen esfuerzos y aumenten las campañas de difusión para meter los libros “por los ojos”, aprovechando especialmente los medios de comunicación públicos.
público ADOLESCENTE
Begoña Marlasca, directora de la biblioteca Fermín Caballero de Cuenca, considera por su parte que cada vez se lee más pero no novelas de cierta calidad que exigen cierta concentración y lleven a la reflexión, sino que prima “la lectura a través de las redes, textos que se leen muy rápido”.
Sobre todo, cree que sería necesario incidir en mejorar los índices lectores durante la adolescencia, que es cuando según sus datos se produce un bajón, al tratarse de una etapa de la vida en la que se tienen “otros muchos intereses más allá de dedicar un rato a leer”.
En este sentido, señala que en la biblioteca hay precisamente un taller dirigido a adolescentes que está funcionando muy bien pero que exige “enfocarlo mucho hacia sus gustos y aficiones”. Tratan, eso sí, de no quedarse en libros como los del aclamado Blue Jeans, presente estos días en la feria Cuenca Lee. “Hay que ir más allá de obras que son solo para distraer, mezclando sus intereses con la calidad literaria”, señala.
Y propiciar que los jóvenes lean más no cree que sea una responsabilidad exclusiva de los centros educativos, “cuyos profesores hacen lo que pueden”, sino también de las familias, “que tienen que intervenir más” incluso desde que los hijos son bebés e introducir el hábito lector en las casas. “De esta manera luego el camino es mucho más fácil”.