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San Mateo 2024

Glosario de la Vaquilla de San Mateo en el 847 Aniversario de la Conquista de Cuenca

La celebración se remonta a los primeros siglos de la Reconquista, aunque el documento más fidedigno sobre la institución de la festividad cívico-religiosa data de 1581
Glosario de la Vaquilla de San Mateo en el 847 Aniversario de la Conquista de Cuenca
Foto: Saúl García
21/09/2024 - José Vicente Ávila

Con el otoño recién llegado, del 18 al 21 de septiembre, Cuenca celebra su fiesta más popular, la Vaquilla de San Mateo, que viene  a conmemorar la Conquista de la ciudad por el Rey Alfonso VIII, hecho acaecido en el año 1177. Cuentan las crónicas que el asedio de la ciudad comenzó el día 6 de enero y concluyó el 21 de septiembre con la entrada en la ciudad de las tropas mandadas por el joven Rey, que contaba 18 años de edad. Se cumple este año el 847 Aniversario.

Conquistada la ciudad, el Rey Alfonso VIII dio por armas y blasón a Cuenca para su escudo una estrella de plata sobre un cáliz de oro, en campo rojo. La interpretación que da a ambos símbolos el arte heráldico, de acuerdo con la tradición, es que la estrella de plata se la concedió por haber comenzado el sitio de la ciudad de Cuenca el día de la Adoración de los Santos Reyes Magos; que el cáliz, tomado por copa regia, se le dio por gratitud a Dios y recuerdo del oro ofrecido por dichos Santos Reyes, y que, tomado por vaso sagrado, era reconocimiento y memoria del Apóstol San Mateo, en cuyo día se rindió Cuenca, puesto que antiguas iconologías sagradas ponen el cáliz como distintivo de este Evangelista; y que el campo rojo denota la mucha sangre que se derramó en nueve meses de combates y asaltos”.

 La época estival que antecede a los “sanmateos” es de una dulzura de clima como pocos lugares del mundo, pues como bien han coincidido varios escritores, Cuenca disfruta de una primavera que viene a confundirse con el otoño, y viceversa, y un clima estival en el que el fresquito pasa el verano. La altitud de la ciudad y la brisa que le llega de sus extensos pinares, la hacen deliciosa como lugar de verano, constituyendo por ello mismo y por sus monumentos y lugares históricos, con sus parajes naturales, en centro turístico mundial, declarada Ciudad Patrimonio de la Humanidad el 7 de diciembre de 1996.

 

EN TORNO A LA HISTORIA

Una ciudad de origen antiquísimo que empezaba a contar como plaza fuerte cuando se inició la conquista de la Península por los musulmanes, que la denominaron “Conca” ciudad fuerte e inexpugnable que está en meio de dos collados tan altos e asperos que la facen fuerte: e debajo dellos pasan los ríos que nombran fluvios Sucro e Huecar. Encima dellos en un collado está su fundación”.

En el año 735, con la invasión musulmana, la casi totalidad de los territorios de la actual provincia de Cuenca formaron la cora de Shantabariya (Santaver, en Cañaveruelas), cuyas principales fortalezas fueron Uclés, Huete, Huélamo, Alarcón y más tarde Conca, la Cuenca de hoy. En todos esos años de dominación árabe no faltaron rebeliones en las distintas ciudades y pueblos, según la Tabla Histórica publicada por José Luis Álvarez de Castro en su libro “Cuenca” de 1964, que cita que en el año 1091, Cuenca cayó en poder de Alfonso VI, al casar este Rey con la Princesa Zaida, hija del Rey moro de Sevilla, Abenabeth, que al bautizarse recibió el nombre de María Isabel. Aportó como dote las plazas de Cuenca, Huete y Uclés.

Sin embargo, y siguiendo con esta Tabla Histórica, en 1108, en la denominada Batalla de los Siete Condes el caudillo almorávide Yusuf ben Taxfin derrotó a los cristianos en Uclés, perdiendo la vida el infante Sancho, único hijo varón de Alfonso VI, pasando Uclés y Cuenca a manos de los moriscos. No faltaron otras batallas y rebeliones entre los años 1137, 1144, 1166 y sobre todo en 1174, en la que el rey Alfonso VIII conquistó la plaza de Huete.

Hasta que de nuevo el joven Rey Alfonso VIII reconquistó la ciudad de Cuenca el 21 de septiembre de 1177, después de un duro y cruento asedio de nueve meses, incorporando la ciudad a la Corona de Castilla. Y en Cuenca fijó su residencia el llamado Rey Noble durante diez años. Según los datos que aporta Álvarez de Castro en la citada Tabla Histórica, “Alfonso VIII otorgó a los primeros pobladores de la conquistada ciudad de Cuenca la propiedad libre de sus términos, con sus montes, pastos, fuentes, ríos, derechos de labrar y poblar sus tierras…” Y a la ciudad le concedió Fuero (1189), se iniciaron las obras de la Catedral y otras importantes construcciones.

Desde entonces, la ciudad de Cuenca ha venido conmemorando el acontecimiento con festivas celebraciones, de carácter cívico y religioso, en las que el elemento taurino ha sido una especie de “tótem” de la fiesta. Correr toros en Cuenca, en el campo de San Francisco, lugar donde acamparon las tropas de Alfonso VIII, fue costumbre popular al igual que el hecho de celebrar toros y vaquillas en los distintos acontecimientos que vivía la ciudad, incluso con algunos festejos taurinos excepcionales en el Júcar y el Huécar. No sólo en los días de San Mateo, sino en festividades como las de San Julián, San Bernabé, San Juan, San Abdón y San Senén y Virgen de las Nieves.

 

La vaquilla en los años 50, con “judas” en la Plaza. Foto de Luis Pascual.

 

EL PREGÓN DE 1581

Sin embargo, la celebración de la Vaquilla de San Mateo, se remonta a los primeros siglos de la Reconquista, aunque el documento más fidedigno sobre la institución de la festividad cívico-religiosa, en el  aniversario anual de la Conquista de Cuenca por el Rey Alfonso VIII, se encuentra en el Archivo Municipal, data de 1581 y es el expediente número 8 del Legajo 1.131. Comienza así:

“Testimonio del pregón que se dio en 19 de septiembre de 1581 para la celebridad del día del Señor San Matheo, con los atabales y trompetas de la Ciudad.

 El muy ilustre Señor Don García Busto y Villegas, Corregidor de las Ciudades de Cuenca, Huete y sus tierras por su Majestad, Hago saber a todos los vecinos y moradores de esta Ciudad como el Ilustrísimo Sr. Obispo de Cuenca y los muy Ilustres Señores Cabildo de la Santa Iglesia y Regimiento han instituido y ordenado de hacer y celebrar la fiesta del glorioso y bienaventurado apóstol y evangelista San Mateo, en cuyo feliz día fue nuestro Señor servido, que estando esta  Ciudad poseída de moros fuese ganada y restituida por el cristianísimo Rey Don Alfonso el Noveno”.

  “Se le denominó Alfonso VIII, con posterioridad al año de mil ciento y setenta y siete teniendo presente la gran merced que nuestro Señor en tal día nos hizo, para que con más devoción se celebre y solemnice su fiesta, así en lo espiritual como en lo temporal; se manda que el miércoles en la noche, todos los vecinos de esta Ciudad pongan luminarias en las ventanas y se hagan hogueras por la plazas y calles y que otro día jueves, que será el día de este glorioso Santo, todos los Cabildos y Cofradías vayan con sus pendones y cruces a las ocho de la mañana acompañando las cruces de sus parroquias a la Iglesia mayor de donde ha de salir la procesión solemne dando gracias a Nuestro Señor por tan gran merced.

  Asimismo se ha ordenado por la ciudad que en cada año haya fiesta de toros la víspera de este glorioso santo y el día haya regocijos y máscaras a cabo lo cual se deja de hacer esto por las graves causas que lo impiden”.

Durante muchísimos años la fiesta de San Mateo estuvo ceñida a los días 20 y 21 de septiembre, ampliándose la celebración en la década de 1970, siendo  el año más pródigo el de 1978, con ¡seis días! de vaquilla, desde el 19 al 24 de septiembre y muy especial en 1977, con ocasión del Octavo Centenario.

 

1996: ACUERDO SOBRE LAS FECHAS

Las fechas quedaron fijadas definitivamente entre los días 18 al 21 de septiembre, en un acuerdo del Pleno Municipal en 1996, y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha la declaró como Fiesta Regional en el año 2001, en el 824 aniversario de la Reconquista de Cuenca, con un documentado trabajo histórico del archivero municipal, Jiménez Monteserín que lo traslada a nuestros días en la síntesis final:

“Son ahora los lances con las vaquillas enmaromadas los más sustanciales elementos de la fiesta. Al jolgorio colectivo del correr, comer, beber y bailar se ha venido a añadir no hace mucho el bullicioso regocijo liderado por las peñas, remotas herederas en el proceder de las corporaciones gremiales que otrora organizaban “máscaras” en las principales fiestas urbanas, compitiendo por el premio que a la mejor y más ingeniosa otorgaba el Ayuntamiento”.

 

Foto: Saúl García

Coinciden los días finales del verano con las fiestas que celebra Cuenca, primero a su Patrón San Julián y días más tarde con la Vaquilla de San Mateo. Septiembre fue el mes festivo por excelencia para la ciudad en torno a San Julián y San Mateo, aunque al pairo de los tiempos las fiestas patronales fueron trasladadas a la segunda quincena de agosto. En un rápido análisis sobre las fiestas más íntimas de la ciudad, no cabe duda de que las de San Mateo tienen el más cálido sabor conquense, las de mayor participación. A modo de plaza de talanqueras, la Plaza Mayor y calles del Clavel, plaza de Obispo Valero y calle de Alfonso VIII, cambian su aspecto con vallados de madera, como aquellos troncos de las maderadas del Júcar.

Salvo algunas excepciones de fuerza mayor, como las guerras o la prohibición del ministro La Cierva (1907-1921) o los más recientes años de la pandemia del Covid-19 (2020-2021), podemos decir que año Cuenca ha celebrado su Vaquilla de San Mateo con la devolución del Pendón y la suelta de la vaquilla, previa la actuación de la Banda de Música con sus airosos pasodobles.

 

1979: LAS PEÑAS

Como todas las fiestas de añeja tradición, las de San Mateo han crecido en el tiempo en el número de participación con la inclusión de las Peñas a partir de 1979, año del primer desfile. Si la fiesta matea convoca cada año sin más a los conquenses, a partir de ahora las peñas le iban a dar otro realce, otro colorido, que se ponía de manifiesto con los desfiles de inicio y final de fiestas.

Ha sido tan importante la presencia de las peñas que se constituyó la Asociación de Peñas Mateas, que cuenta con voz y voto a la hora de preparar las fiestas por parte de la Comisión Municipal de Festejos. El masivo desfile festivo y colorista mueve a la participación, como preludio al pregón y la suelta de la vaquilla.

 

La Vaquilla en los años 80. Foto de José Luis Pinós

 Pregonar la fiesta de la Reconquista de Cuenca se ha convertido en costumbre desde 1984. Desde ese año, distintos personajes de la vida conquense se han asomado al balcón del Ayuntamiento para recordar la historia y ensalzar las fiestas mateas. Y tras el pregón, el homenaje a los personajes populares de la fiesta. El saludo del alcalde supone el comienzo de cuatro días en los que la ciudad vive con plenitud estas fiestas tan arraigadas en la vida conquense.

 

EL PENDÓN REAL

En su celebración festiva, la Vaquilla de San Mateo tiene que girar sobre el elemento histórico que la conforma, como lo es la Reconquista de la ciudad por el Rey Alfonso VIII. El traslado del Pendón Real, en la tarde del 20 de septiembre y la devolución el día 21, son los actos de mayor solemnidad de la histórica celebración. Así, en la tarde del día 20, y desde los arcos del Ayuntamiento, la Corporación municipal parte hacia la Catedral, acompañada por las peñas y ciudadanos. La comitiva acude hasta el templo catedralicio, acompañada de la Banda de Música. En el primer templo espera el Cabildo que acompaña a la Corporación hasta el altar mayor.

Cuenta la tradición que el Pendón debe estar depositado en el primer edificio levantado tras la conquista de Cuenca por Alfonso VIII y este lugar es la Catedral de Santa María que el propio rey conquistador mandó construir. Desde comienzos del siglo XX es costumbre que el Pendón sea portado por el concejal mas joven de la Corporación.

Una vez que el edil más porta el Pendón de Alfonso VIII, se inicia una procesión litúrgica en el interior del templo, pasando por la Capilla de San Mateo, hasta la puerta de la Catedral, donde el concejal muestra la Enseña al pueblo, a los acordes del himno nacional. Desde la Catedral, hasta el Ayuntamiento, el desfile de la Corporación Municipal con el Pendón y el acompañamiento de las peñas tiene momentos muy emotivos. Un repostero, con la imagen de la Virgen del Sagrario que llevaba el rey Alfonso VIII en el arzón de su caballo, luce en el balcón del Ayuntamiento como símbolo de que ese día el Pendón estará bien guardado en las dependencias municipales.

 El día 21 de septiembre, por la mañana, se repite la ceremonia, partiendo de nuevo la Corporación Municipal desde el Ayuntamiento, con el concejal portando el Pendón, y la Banda de Música, para entregar la Bandera de Alfonso VIII al Cabildo en la Catedral, celebrándose seguidamente la misa en honor de San Mateo. En los últimos años se han incorporado al acto festivo los Gigantes y Cabezudos.

 

CORRER LA VACA, NO TOREARLA

Cada tarde, previa a la suelta de la vaquilla, la Banda de Música de Cuenca interpreta una serie de pasodobles, algunos de ellos netamente conquenses. Es como una especie de paseíllo en la tensa espera de que aparezca la vaquilla en la plaza. El cohete anunciador es el aviso de hay que ir con la música a otra parte. Es la hora de los maromeros y de la vaquilla.

Todos los alcaldes de turno han coincidido en el Bando en un aspecto muy importante de respeto hacia el animal: “Las reses no podrán ser hostigadas, castigadas, pinchadas ni molestadas con cualquier instrumento que pueda dañar su integridad física. No pudiendo tampoco ser asidas del rabo, cuernos o cualquier otra parte del cuerpo”.

“La fiesta consiste en correr delante de las vaquillas, para que los mozos y mozas puedan demostrar su destreza y habilidad, bien trotando airosamente sobre el empedrado, haciendo quiebros artísticos, sorteando astutamente la cercanía del astado o esquivando con no menos arte y tronío los empellones de la multitud”. Una vaquilla enmaromada no se torea, se le cita para que corra y los maromeros intentan evitar percances.

 

Foto: Saúl García

Fiestas de San Mateo que nos ofrecen cada tarde una paleta pictórica desde las Casas Consistoriales, con sus tres arcos de medio punto; la Catedral anglonormanda, el Convento de las Petras con su fuente, y las sencillas fachadas de colores que conforman este escenario tan goyesco de la fiesta táurica, recogidos por artistas y pintores.

Mil y una historias de anécdotas y de imágenes se pueden contar de la Vaquilla de San Mateo, que tiene otro componente en las meriendas no sólo ya de las peñas, sino de numerosos grupos de amigos que al olor de las sardinas saladas bien peladas, las patatas asadas, los chorizos y la morcilla, y las gachas matinales, todo ello regado con buen vino de la tierra, zurra y cerveza. En cualquier rincón del Casco Antiguo se pueden contar a miles de personas compartiendo la merienda y la amistad, la fiesta de la más íntima como alegre celebración

 Ya con la fiesta cumplida del último día, en el atardecer-anochecer del día 21 de septiembre, entre toros de fuego, tracas y fuegos artificiales que iluminan la noche más jovial y alegre de Cuenca, la ciudad despide la fiesta por otro año, con un desfile de peñas que desciende por las cuestas en emocionante y vibrante adiós, que inundan la noche de vino y rosas, y de amor hasta el amanecer, mientras suena la música de la verbena que durante cuatro noches ha puesto el broche a la fiesta de San Mateo en la Plaza Mayor.

Y así cada año, desde que en 1177 Cuenca quedó conquistada por el Rey Alfonso VIII, que le dio Fuero y tierras. Y por ello, así lo celebramos ¡por siempre jamás!.


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