Había muchas ganas de ver a Fernando Adrián, el doble triunfador de Las Ventas, con sendas salidas a hombros, en su presentación en Cuenca, una de las pocas ferias que se hizo eco de aquellos triunfos indiscutibles. Estuvo en la presentación de la feria conquense en el Auditorio, el 20 de julio, y ese día ya mostró sus deseos de triunfar en el coso del Paseo Chicuelo II.
Dos meses ha estado Fernando sin torear, ninguneado en algunas sustituciones, con la excepción del domingo 27 en Arenas de San Pedro, donde cortó cuatro orejas y rabo. Cuenca era la plaza de su nuevo relanzamiento y el paciente y concienzudo torero de Torres de la Alameda consiguió su propósito para abrir la puerta grande de la Champions del toreo, con sendas faenas de triunfo ganadas en buena lid, por su sapiencia torera y su genialidad desarrollada con temple y valor. Lo dicho en el titular: Fernando Adrián se sintió en Cuenca como en Las Ventas, salvando las distancias, pero con el honor de ser la primera feria que le había contratado. Torero de futuro que dará mucho que hablar.
FERNANDO ADRIÁN
En su presentación en la feria de San Julián estuvo por encima de figuras consagradas como Morante y Manzanares, y logrando faenas ante toros que buscaban la querencia y que supo domeñarles con una labor muleteril de altos vuelos, en la que no le faltaron recursos para cambiar la diestra por la zurda en los remates de pecho y por alto. “Reacio” se llamaba su primer toro y en verdad que el burel de José Vázquez se mostró reacio a entrar en los capotes, así que Fernando se puso de rodillas en la arena para lancear con cuatro faroles y primorosas chicuelinas a reglón seguido, con cierta lentitud. Era su carta de presentación, vestido de blanco y oro… de primera comunión con el público, que ya le ovacionó fuertemente. Tras pasar por el piquero y los banderilleros, huyendo hacia la querencia, el toro quedó a merced de Fernando Adrián, hambriento de tardes de toros.
Brindó su primera faena al respetable, y de rodillas en el centro del platillo citó a “Reacio” para embeberlo en la muleta, incluso con dos pases de espaldas. Las palmas echaban humo y la Banda de Música aprovechó el delirio inicial para estrenar el pasodoble “Fernando Adrián”. Así prosiguió una faena sobre ambas manos, ligada, con redondos y naturales de mucha clase y enjundia. Los muletazos tenían largura, profundidad y lo más importante, transmisión para el público que coreaba las tandas con los cambios de mano en los remates. Repitió las series con derechazos templados, redondeando su labor muleteril de temple y mando. Tras un pinchazo prendió una estocada que surtió efectos. El público pidió los trofeos, y dado que el presidente había premiado a Manzanares con una oreja, no tuvo más remedio que poner dos pañuelos en el fiel de la balanza. Había merecido la pena su toreo de capa y muleta.
En el que cerró plaza, Fernando Adrián volvió a estar sublime y eso que “Listeado” salió con los mismos signos de irse hacia la querencia, de ahí que el doble triunfador de Las Ventas se fuese a buscarle con la franela para instrumentarle unos vistosos lances de recibo. Al del castoreño le costó ponerle un puyazo entre las dos rayas del albero y en su salida casi arrolló a un subalterno. En esa confusión, el primer peón puso un par de garapullos con el picador aún en el ruedo y otros dos pares, especial el tercero, que obligó a que Prieto (tras el aprieto), saludase. Fernando Adrián ya tenía en el bolsillo la puerta grande para él solito, pero quería más para avisar con razonamientos de que viene a las ferias para quedarse.
Con las ideas muy claras, y un concepto del toreo muy bien aprendido, y con recursos que salen de sus genes taurinos, Fernando Adrián fue capaz de domeñar a “Listeado”, y conseguir que siguiera las pautas que dictaba su muleta, en las distintas tandas en las que se fue prodigando, sobre todo por la izquierda. Temple y armonía, seguridad y casta, para construir una faena hermosa en la que los redondos fueron largos y pausados y los naturales de otra dimensión, rematados con los interminables pases de pecho.
Imagínense la escena que duró algunos minutos: la Banda interpretaba “Concha flamenca”, de Perfecto Artola, con solos de trompeta y saxofón; en el ruedo, un torero cuasi perfecto, de blanco y oro, toreaba con gusto y exquisitez, mientras por encima de la andanada iluminada se asomaba la luna blanca redonda, testigo de la redondez de la faena de Fernando y la música poniendo el corolario. Hasta el público se sumó con aplausos en los entreactos en los que el torero dejaba respirar a su oponente. Sublime. Esto ocurrió en la plaza de Cuenca. Fernando culminó su faena haciendo bueno a un toro que rehuía la pelea y tras un desplante acabó de estocada casi entera. Tardó un poco en rodar el toro de Vázquez y los tendidos se poblaron de pañuelos blancos. El presidente, que le había negado la oreja con razón a Manzanares en el quinto, concedió una oreja de ley, que valía por dos.
MORANTE DE LA PUEBLA
No acompañó el ganado a Morante de la Puebla, que se presentó vestido de tabaco con adornos blancos como puntillas en su curioso vestido, haciendo juego con medias blancas y como viene haciendo en los últimos años, con la montera de los tiempos de Mazzantini, Belmonte y El Gallo. En cuanto saltó al ruedo “Latoso”, con incierta embestida, Morante mandó a su peón de confianza “El Lili” a que intentase bregar al de José Vázquez, sin apenas tocar el capote, que es su fuerte. Una pena. Fue un toro endeble, que ya dobló ante el piquero, y poco resuelto en banderillas. Morante de la Puebla probó con pases por alto y algunos sueltos, sin ligazón alguna porque el burel no se prestaba, pero el sevillano intentaba sacar pases de provecho, dejando alguna tanda suelta con lentitud y parsimonia. Poco más, pues no había lucimiento y menos ganas un toro que iba a menos. Morante buscó la tizona para acabar su labor de tres pinchazos, media y descabello. Tras la división de opiniones, el silencio general.
En el cuarto, Morante pidió que se regase el ruedo, pues a veces el viento movía la arena. Salió el cuarto, “Meticuloso”, y enseguida el torero sevillano y sus subalternos indicaron que el toro no andaba bien, y éste se fue al piquero reserva que le suministró un puyazo. Salió cojeando y tras las protestas apareció el pañuelo verde. El sobrero, “Pesimista”, del mismo hierro, un castaño ojo de perdiz, pareció de mejor condición y aquí Morante ya soltó la mano y ejecutó unas verónicas rezumando mucho sabor. Tras un puyazo, el toro cayó en vuelta de campana y temimos lo peor. En el quite, Morante se hizo aplaudir con chicuelinas despaciosas y la media revolera. Tres buenos pares de banderillas y ya tenemos a Morante con la muleta presta para su clase torera, eso sí, un tanto incomprendida.
Morante inició la faena con pases por alto ante un toro que se fue apagando poco a poco, pero al que le sacó en pases cortos y sueltos, una faena intermitente de añejo sabor, con muletazos despaciosos, ralentizados, que los buenos aficionados iban paladeando, pero con cuentagotas ante la flojedad del burel. Sobre ambas manos fue exprimiendo los muletazos sueltos de enjundia y pureza, con remates airosos y algún desplante con majeza. En suma, faena con el sello morantista de sacar de donde no hay, de bastante enjundia. Tras media estocada, el toro tardó en doblar, y Morante, rodilla en tierra observó la muerte de su oponente, tal litografía antigua, mientras sonaba un aviso. Los pitos arreciaron sin ton ni son, y finalmente Morante saludó entre división de opiniones.
JOSÉ MARÍA MANZANARES
José María Manzanares comenzó bien la tarde recibiendo a “Astuto” con cinco verónicas y la media. El toro acometió con codicia al piquero y la cuadrilla del alicantino se lució en el tercio de banderillas, saludando los subalternos Diego y Luis. La faena de Manzanares tuvo momentos muy esperanzadores, sobre todo manejando la flámula con la izquierda en series vistosas con empaque y largos pases de pecho, aunque poco a poco el toro se iba apagando y los recursos del torero alicantino fueron suficientes para estar por encima del animal que se iba quedando en el camino pese a la porfía. Aun así José María logró, pese a la poca transmisión de su oponente, algunos pases muy meritorios a base de porfiar. Un certero espadazo sirvió para que se le concediese la primera oreja de la tarde, que marcaría el devenir de la corrida.
El quinto atendía por “Afortunado”, al que Manzanares recibió con lances de capote con hondura, y pronto el toro blandeó de los remos. Tras un puyazo apretando, dos pares y medio de banderillas el toro pasó a la jurisdicción del matador, que comenzó por bajo con muletazos para probar la embestida y proseguir con derechazos con temple y los naturales y el de pecho; con el viento en contra, sacó muletazos ayudados, ante la incierta embestida del toro que también quería irse a la querencia. Faena trabajada con eficacia de torero veterano que culminó con una estocada casi entera. El público pidió insistentemente la oreja que la presidencia no concedió con buen criterio, aunque parte del público le abroncó. ¡Ea!
LA FICHA
Tercera corrida de la Feria de San Julián. Lunes, 28 de agosto de 2023. Presidió Emiliano García, asesorado por Miguel Tinajero y el veterinario Luis Colmenar. El diestro Fernando Adrián hizo el paseíllo montera en mano por ser su primera actuación en Cuenca.
Morante de la Puebla (tabaco con bordado blanco): silencio y división de opiniones (Aviso).
José María Manzanares (burdeos y oro), una oreja y saludos tras petición orejil.
Fernando Adrián (blanco y oro), dos orejas y una oreja, con petición de la segunda. (Aviso).
El ganado: Se lidiaron seis toros de José Vázquez, de Colmenar Viejo (Madrid), incluido el sobrero (cuarto bis), desiguales de presentación, que mostraron signos de mansedumbre y flojearon en general. Aun así, fueron aplaudidos levemente en el arrastre segundo y tercero. Peso: 512 kilos, 479, 468, 523, 542 y 514.
Incidencias: Más de tres cuartos de entrada en tarde soleada y fresquita, con gran ambiente en los tendidos, donde destacan las peñas mateas ente la andanada del 5 y 6. Durante la primera actuación del diestro de Torres de la Alameda, se estrenó el pasodoble “Fernando Adrián”, con música de José Alberto y letra de José Luis Garrido. Saludaron en el segundo los subalternos de Manzanares, Diego Vicente y Luis Cebadera, y en el sexto el banderillero Marcos Prieto, de la cuadrilla de Fernando Adrián, el torero “nuevo en plaza” que abrió la puerta grande.