Un grave atropello sufrido hace ahora justo un año en el paso de peatones ubicado entre el parque de San Julián y el antiguo hotel Iberia que le destrozó la rodilla y le obligó a estar tres meses en cama, totalmente dependiente, sumiéndole en una depresión de la que todavía se está recuperando, llevó a Juan Miguel Ortega Terol (Albacete, 1968), profesor de Derecho Internacional en la Facultad de Ciencias Sociales de Cuenca y escritor, a aprovechar el tiempo libre del que hasta entonces nunca había dispuesto para escribir una serie de fábulas en torno a la amistad, el amor, el abandono o el deseo que, ilustradas por el diseñador José Ramón Gómez Ramírez (Albacete, 1967), han dado lugar al proyecto literario y artístico El Animalario del Oso Indio, que se presentaba el pasado jueves en la Sala Rothus de Cuenca.
“Tras dos meses en los que me quedé bloqueado como consecuencia de la depresión, empecé a salir y, aunque lo primero que pensé fue terminar una novela que nunca acabo, empecé a hacer esta historia con la colaboración de José Ramón, un excelente ilustrador y un buen amigo que me estuvo animando y cuidando un poco en su casa, y que también pasaba una época difícil, ya que en ese periodo fallecieron sus padres tras largas convalecencias. Estábamos los dos un poco hechos polvo, y el libro fue una buena herramienta para intentar salir a flote, un proceso interesante e incluso divertido dentro de las circunstancias en que estábamos”, cuenta Ortega Terol.
Con influencias, en lo literario, de La Odisea de Homero, la poesía de Walt Whitman y la prosa de Antonio Tabucchi, y en lo ilustrativo de Moebius, Emilio Urberuaga o José Ramón Sánchez, El Animalario del Oso Indio aglutina una serie de cuentos, cada uno protagonizado por un animal diferente (hay osos, erizos, urracas, perros, lombrices, serpientes, hormigas y hombres pez) que hablan de sentimientos e inquietudes universales “con los que cualquier humano se puede sentir un poco identificado”, como la importancia de “encontrarte amigos que te apoyan y te ayudan a tirar para adelante en esos momentos en los que nada parece funcionar pero uno tiene que salir”.
FÁBULAS SIN MORALEJA
Se trata de fábulas que carecen de la habitual moraleja, “obviada para que sea el lector el que las sugiera, porque no queríamos dar pautas a nadie”, y que tienen unos finales abiertos. El “punto de dureza” de algunos textos se suaviza de forma deliberada con unas ilustraciones “bastante naíf que funcionan como contrapunto irónico”.
Junto con el contenido, ambos están muy satisfechos con cómo ha quedado diseñada la obra, a cargo GÓ Soluciones Gráficas. “Es un objeto bello hecho con herramientas digitales pero con la perspectiva analógica que corresponde a nuestra edad para compartir con la gente que queremos”.
Al libro se suma además una exposición de ilustraciones que se pueden ver en la Sala Rothus y una serie de camisetas con algunos de los personajes.
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