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Cáritas Cuenca

Despertar conciencias para combatir la desigualdad

Fernando y María Antonia cuentan su experiencia tras quince años como voluntarios en La República del Congo
Despertar conciencias para combatir la desigualdad
Foto: Cáritas Cuenca
19/11/2023 - María Valverde

Aveces es duro porque las dificultades son muchas, pero, a pesar de ello, te reciben siempre con cariño, alegría y cercanía”. Así resume Fernando García su experiencia en los últimos años en La República del Congo, país en el que desarrolla labores altruistas. 

Desde hace quince años este técnico forestal es voluntario en el programa de Cooperación Internacional de Cáritas Cuenca, una acción que él iguala a una vocación. 

A los 23 años sintió esta especie de llamada y, más tarde, cuando tuvo la oportunidad, viajó hasta el país africano para colaborar,  en la medida de lo posible, con las personas en estado vulnerable. Fernando, cuando era joven, se preguntaba qué podía hacer él para contribuir y luchar en contra de situaciones desfavorables. Finalmente, su necesidad de ayudar a los demás, lo llevó a las puertas de la entidad.

El voluntario considera necesaria su participación en el proyecto al considerar que la sociedad congoleña precisa de ese pequeño grano de arena. “Hay sociedades que, aunque se organicen bien, no tienen recursos suficientes para todas las personas”, expresa. 

La primera vez que visitó la República del Congo, tuvo que estudiar francés para poder comunicarse con el apoyo de un intérprete. El primer viaje fue para él “el más impactante”. El voluntario tuvo contacto con una sociedad que nunca había visto antes y que le resultaba, en muchos aspectos, diferente.

 Sin embargo, no todo son contrastes. Su vivencia en el país le ha permitido ver que todas las personas, en general, comparten las mismas rutinas e inquietudes. “Al final, todos hacemos casi lo mismo, es decir, nos levantamos por la mañana, vamos a trabajar o criamos a nuestros hijos”, detalla. “En cualquier parte del mundo, vayas a donde vayas, te das cuenta de que todos somos iguales”. María Antonia Arteaga también sintió, en un momento dado de su vida, la obligación de aportar su grano de arena en la sociedad y, tal y como recalca, de luchar.

 “En muchas ocasiones no se trata solo de ayudar económicamente porque, quizá, no siempre se tienen los medios para ello. Más bien se trata de alzar a los débiles, que es algo que se puede y se debe hacer”, expresa. 

“En cualquier parte del mundo, vayas a donde vayas, te das cuenta de que todos somos iguales”

Su faceta como voluntaria le ha dado la oportunidad de conocer otro mundo y, también, una enseñanza a nivel personal. “Me ha abierto los ojos a otras realidades. Esta experiencia permite a cualquier persona no encerrarse en sí mismo y en sus problemas”.

 Asimismo, María Antonia  es, de algún modo, testigo de la historia de los últimos años del país, marcado por periodos de guerra y de tregua.“Hay subidas y bajadas. Recuerdo que, cuando empecé, estalló una guerra y eso generó mucha inestabilidad. En el segundo viaje aún se veía esa inseguridad, pero había un repunte. 

Empezaron a hacerse mejoras en infraestructuras, carreteras y a construirse edificios”, relata. Sin embargo, de nuevo, emergió el conflicto. Actualmente, en el departamento de Pool, una zona poblada por 240 999 personas donde cooperan estos voluntarios desde hace años, se respira más calma y un ambiente de recuperación tras esta segunda pugna. 

“Se han visto signos de que hay una pequeña mejoría. Hay campos de trigo, rebaños… Cosas que en otros viajes anteriores no se habían visto. Son síntomas de que el país empieza a mejorar de nuevo”. Sin embargo, Arteaga asegura que nunca se sabe cuánto tiempo puede durar esta serenidad.

 “Ojalá esta vez sea la definitiva”, expresa. Fernando da a conocer las trabas que viven en el día a día los congoleños de las áreas en las que ellos trabajan. “Nosotros viajamos y actuamos en la zona con más dificultades; donde hay precariedad y pobreza”, apostilla. Algunas de las comunidades que visitan, se encuentran desplazadas, como, por ejemplo, los pigmeos. 

María Antonia cuenta cómo es la vida de este grupo de población. “Hemos ido a conocerlos, a que nos pongan cara y a que nos cuenten sus necesidades, que son muchas. Hemos visto sus condiciones de vida y necesitan mucha ayuda”. Fundamentalmente ellos les han pedido, sobre todo conocimientos. Saber para tener techos que eviten filtraciones de agua o para saber cómo cultivar y tratar mandioca, un tubérculo muy común en la zona. 

“Estas poblaciones eran tradicionalmente nómadas. Hace relativamente poco han empezado a establecerse en pequeños poblados”. Ello provoca una serie de diferencias y retos sociales para los pigmeos, una cuestión que se ve reflejada en el rechazo que viven los más pequeños en las escuelas a las que asisten. 

 

Fernando, a raíz de su vivencia, relata cómo ser voluntario en este país africano, es una moneda de dos caras. Por un lado,  asegura que, para él, lo más difícil de su experiencia, es reconocer que, su labor, “es como una gota en un mar”. Lo más satisfactorio es, por el contrario, compartir con los congoleños, un acto que él percibe como “muy íntimo, muy de familia”.

Después de varios viajes a La República del Congo, estos lazos de arraigo entre la sociedad  del Departamento del Pool y los voluntarios son muy estrechos. Fernando y María Antonia han viajado en esta ocasión entre el 26 de julio y el 15 de agosto.

Esta visita ha estado enfocada principalmente en fortalecer a la institución de Cáritas y, con ello, su vínculo con la Diócesis de Kinkala. Durante el último viaje María Antonia y Fernando han conocido de primera mano no solo a las poblaciones en núcleos  ubicados en lugares más remotos, como, por ejemplo, las pigmeas, citadas anteriormente. 

Este último vuelo a la República del Congo ha servido para saber cómo progresan las familias beneficiadas por proyectos anteriores y en qué estado se encuentran en el presente. 

Sonia Matas, responsable del área de Voluntariado y Cooperación Internacional de Cáritas de Cuenca, señala que, en las zonas en las que llevan a cabo su labor altruista, “es difícil valorar quién es el más vulnerable porque siempre hay necesidades”.

Una de estas iniciativas, que se ha llevado a cabo a través de la Diputación Provincial de Cuenca, ha sido la instalación de mosquiteras en los hogares de los congoleños para evitar los casos de malaria y paludismo junto a un kit de higiene, una acción de la que se han beneficiado en total  1.500 familias de pigmeos. 

Otra de ellas, que ya tiene varios años de trayectoria, es la promoción del cultivo de la mandioca con la finalidad de mejorar los recursos de la población. Esta iniciativa ha beneficiado a 500 familias congoleñas, una cifra superior a la esperada, 300. 

“Lo importante de estos 18 años es que se han despertado conciencias para proponer soluciones y así enfrentar las desigualdades que hay ahora mismo en el Congo”, concluye Matas.