Cuenca se ha paralizado para frenar al coronavirus. Gran parte de los comercios y establecimientos de hostelería de la capital amanecían este sábado cerrados, con carteles en los que, con la recomendación #yomequedoencasa, avisaban de que lo hacían por responsabilidad para proteger la salud de trabajadores y clientes.
En el centro comercial El Mirador, una veintena de locales –como El Cafetín, Max Colchón, Eurekids, Ideal Medicina Estética, Kid Club, Springfield, Ulanka, Stradivarius, Women Secret, H &M, Cortefield y Vodafone, además de UB Conquense y Odeón Multicines, entre otros- habían cerrado sus puertas como medida de prevención.
Carretería ha estado a medio gas y en los pocos establecimientos que estaban abiertos esta mañana no había prácticamente público aunque se observaba un ajetreo continuo de personas por la calle, eso sí, la mayoría con bolsas de la compra repletas de comida. En una tienda de droguería y perfumería, las dependientas explicaban que solo se habían comprado “productos de primera necesidad como lejía, papel higiénico…”. “No se ha vendido ni un perfume”, aseguraban.
Unos metros más allá, en un establecimiento de textil de la céntrica calle que estaba aprovechando para organizar todas aquellas cosas que las prisas habituales no dejan reconocía que no había ido ningún cliente, lo que contrasta coon la locura desatada en los supermercados y tiendas de alimentación. “Demasiada gente estoy viendo por la calle”, lamentaba.
Y es que la recomendación de las autoridades sanitarias de quedarse en casa para evitar la propagación del COVID-19 no ha sido seguida por todos.
Muchos establecimientos de la hostelería han cerrado, como los del Casco Antiguo, que enviaron este viernes un comunicado conjunto indicando que se sumaban por responsabilidad, aunque han sido muchos más los repartidos por la ciudad los que no han abierto sus puertas.
No obstante, poco después de las once de la mañana, en la terraza de una cafetería, había varias mesas ocupadas por clientes diversos en la hora del café. Un hombre y una mujer decían que estaban intentando seguir la crisis del coronavirus con “normalidad” aunque reconocían que la enfermedad ya les ha afectado porque el restaurante en el que trabajan había decidido cerrar por precaución.
Se suman a la conversación personas de las mesas de al lado y todos parecen coincidir en que, como si eso restara gravedad a la situación, la enfermedad solo puede complicarse en la gente mayor. Así, consideran que solo hay que ser cuidadosos lavándose las manos a conciencia intentando no tocar muchas cosas y aseguran que siguen las recomendaciones de las autoridades. La de quedarse en sus domicilios parece que no tanto.
"Si no te acercas a la gente, no pasa nada"“Estar encerrados en casa es peor”, afirman, mientras se incorpora a la charla un señor que insiste en que “si no te acercas a la gente, no pasa nada”. “Es una gilipollez”, califica, alzando el tono de voz y bastante malhumorado. “Pues que cierren los supermercados, que allí se concentra mucha gente”, suelta nervioso mientras echa mano de su paquete de tabaco. "No hacen más que alarmar", añade algo enervado.
Unas horas después, a la hora de las cañas, en algunas de las terrazas de Carretería abiertas hay varias mesas ocupadas. Un grupo de personas charla alegremente como si el coronavirus no les pudiera afectar. De todas formas, una de ellas sí se ha visto perjudicada en el plano laboral al cerrarse los comedores escolares. ¿Qué cómo están siguiendo el tema del coronavirus? Con normalidad y “respeto pero no miedo”. “Si lo tuviéramos, no estaríamos aquí”, dice un joven. Nadie parece pensar que alguno de ellos o la periodista podríamos estar contagiados y no saberlo.
"Cuenca parece una ciudad fantasma", afirman en la mesa de al lado, en la que hay un niño pequeño en un carro. Subrayan que intentan llevar la situación con normalidad aunque les cuesta justificar por qué no han atendido a la recomendación de quedarse en casa.
En otro establecimiento de la hostelería del centro habían abierto sus puertas al mediodía pero eran conscientes de que era probable que no fuera ni un solo cliente. “Anoche ya no vino nadie”, señalaban, matizando que estaban pendientes de las decisiones que pueda tomar el Gobierno central y si se establece algún tipo de ayuda para compensar a los locales por la pérdida de ingresos.
En un pequeño bar de barrio próximo al centro, unos clientes también reían con júbilo con sus cervezas en la mano desoyendo al consejo de las autoridades y a la movilización en redes que clama para que la ciudadanía se quede en casa.