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Cuenca Recóndita 4: del barrio de San Gil a la pintura del Barroco

Pedro Miguel Ibáñez publica la cuarta entrega de su serie, centrada en los edificios desaparecidos del Casco y la obra pictórica del conquense García Salmerón y el madrileño Andrés de Vargas
Cuenca Recóndita 4: del barrio de San Gil a la pintura del Barroco
Foto: Rubén Marco
25/04/2025 - Rubén M. Checa

¿Sabía que Cuenca tuvo un corral de comedias que fue único por las necesidades sociales que atendía? ¿O que la actual iglesia del Cristo del Amparo tiene su origen en una ermita dedicada a San Agustín de Canterbury y que el actual patrón de Tiradores Bajos tan solo tenía una capilla en el edificio primigenio?

Seguramente la respuesta sea que no, y por eso, el investigador Pedro Miguel Ibáñez ha incluido estas y otras cuestiones en la cuarta entrega de su serie Cuenca Recóndita, que recientemente ha salido a la luz. Como en los tres volúmenes anteriores, el catedrático de Historia del Arte ya jubilado se encarga de documentar el patrimonio tanto arquitectónico como pictórico más desconocido para los conquenses.

Bajo el título ‘de barrios olvidados y un museo esparcido por la quietud de los claustros’, Ibáñez ha centrado sus investigaciones de este proyecto puesto en marcha junto a la Facultad de Humanidades del campus de Cuenca de la UCLM en dos partes. La primera trata los barrios de San Gil y San Esteban hasta la Puerta Valencia, y se da a conocer la relevancia que tuvo el barrio en siglos pasados. La segunda parte trata la pintura barroca conquense, y se centra en la batalla estilística que hubo entre el pintor local Cristóbal García Salmerón y el madrileño Andrés de Vargas. 

Según detalla, “el barrio de San Gil se ha convertido con el paso de los años en una especie de lugar solitario por donde pasa poca gente, donde parece que sus edificios son insustanciales, pero hace siglos tuvo una relevancia igual o mayor a otros barrios del Casco”. 

Así, en la primera parte del libro se dan a conocer cómo eran las iglesias de San Gil y de San Esteban, que si bien de la primera solo ha llegado una torre hasta nuestros días en el actual Jardín de los Poetas, respecto a la segunda, que llegó a ser la más importante de la ciudad, tan solo queda la referencia del lugar donde se ubicaba, estando su fachada principal en la actual calle Santa Lucía. 

 

La actual iglesia de Cristo del Amparo se fundó en el siglo XVI como una ermita dedicada a San Agustín de Canterbury

De lo que tampoco han quedado vestigios es del corral de comedias de la ciudad. Era de los más importantes de la época, “y por desgracia desapareció”, sostiene Ibáñez, quien detalla que estaba ubicado en un solar donde en la actualidad se ha construido el aparcamiento de Matadero Viejo, junto al colegio de lo Niños de la Doctrina.

En el mismo entorno se encontraba el Hospital de Santa Lucia, y el monasterio de las monjas de San Bernardo (de los más importantes del momento) y la casa del linaje de pintores Castro-Gómez, siendo Martín Gómez el Viejo la figura más relevante. Esta casa, que se ubicaba en la calle de la Canaleja, desapareció, y en su lugar se construyó una totalmente nueva el siglo pasado. 

Fuera del barrio como tal se ubica la actual iglesia del Cristo del Amparo, pero esta no fue la advocación original del templo, ya que se fundó en el siglo XVI como una ermita consagrada a San Agustín de Canterbury. Con el paso de los años, se erigió aquí una capilla dedicada al Cristo del Amparo, y en nuestros días es la advocación principal del templo. 

En el segundo capítulo, Pedro Miguel Ibáñez se centra en ese museo imaginario y esparcido que, en parte, ya no se puede visitar. Hubo un tiempo en que recorrer los templos parroquiales de Cuenca y los conventos era como caminar por un verdadero museo, pero buena parte de esa arquitectura u obras han desaparecido como el de la Trinidad o los mercedarios en el alto de la Fuensanta, así como los retablos de templos de monasterios como el de las carmelitas descalzas o las concepcionistas franciscanas de Puerta Valencia. 

Pero esta parte, principalmente, se centra en la obra de dos pintores barrocos que dejaron su impronta en la ciudad. El primero es el conquense Cristóbal García Salmerón, cuya obra basada en un estilo Barroco está presente en numerosos retablos y obras de la Catedral, aunque la influencia de los nuevos estilos que llegaban a España que tenía Andrés de Vargas hizo que el Cabildo catedralicio comenzara a encargar obras a este segundo autor en detrimento del local. 

García Salmerón tuvo muchísima importancia en su época, siendo incluso el autor que interpretó la iconografía de San Julián para obras presentes en la Catedral de Málaga, la Colegiata de Lorca, la Catedral de Valencia (que desapareció) o la Seo conquense, donde se encuentra una de sus mayores obras: el apostolado de la sala capitular. 

Su estilo pictórico se vio encumbrado con la llegada de Andrés de Vargas, un autor que, tras investigar su biografía ha concluido que es madrileño y no conquense como se creía. Su estilo, enmarcado en el Barroco pleno, quedó plasmado en obras como la capilla del Sagrario de la Catedral, una de sus mejores obras presentes en la ciudad.

Aunque esta cuarta obra estaba pensada para cerrar la serie de Cuenca Recóndita, se ha abierto la posibilidad de hacer un quinto tomo. Al mismo tiempo, próximamente estarán disponibles los tres primeros libros en versión PDF en la web de la facultad para su consulta pública. Actualmente, los libros solo están disponibles para su consulta en las bibliotecas tanto del campus universitario como de la ciudad.