En 2018 Ana María Redondo fue trasplantada de los dos pulmones porque padecía una EPOC severa, una enfermedad inflamatoria crónica que causa la obstrucción del flujo de aire de los pulmones. El día que recibió la llamada del hospital en la que le comunicaron que había un donante para ella sintió una felicidad extrema y, a pesar de que la recuperación fue larga, con el paso del tiempo su cuerpo aceptó los dos órganos y empezó de nuevo a vivir. “El trasplante me dio la vida de nuevo, me animó muchísimo”, recuerda, pero se quedó con ganas de agradecérselo a la familia porque “se perdió una vida y es muy triste pero se ganó otra”, apostilla.
A consecuencia de la operación perdió la sensibilidad en el pecho y, dos años después, mientras dormía se notó un bulto en una de las mamas. A partir de ahí se sucedieron las consultas médicas y llegó el diagnóstico: cáncer de mama. La operaron de urgencia porque el tumor estaba extendido a las dos mamas y a los ganglios. A partir de ahí comenzó un proceso de quimioterapia y radioterapia, pero era complicado hacer frente a estos tratamientos teniendo que mantener su medicación crónica del trasplante. “Los médicos veían muy complicado combinar ambas medicaciones, pero con ganas y mucha fuerza lo soporté y salí adelante”, recuerda. Desde su punto de vista, Ana cree que “cuando te diagnositcan cáncer es muy imporante mantener la positividad y hacer caso a todo lo que dicen los médicos”.
En este sentido, Ana agradece al personal del Virgen de la Luz y del Instituto Valenciano Oncológico “el trato tan cercano que tuvieron conmigo en todo momento”.
En la actualidad no hay rastro de cáncer en su cuerpo y a pesar de que recientemente ha tenido que afrontar varias infecciones respiratorias su trasplante sigue por buen camino. “Solo tengo ganas de vivir y de disfrutar junto a mi marido”, subraya.