Estornudos, picor de nariz, lagrimeo, tos y congestión nasal en pleno invierno. El diagnóstico parece en principio claro, una gripe o un resfriado, si no fuera porque la persona que padece estos síntomas los tiene durante tres o cuatro meses.
En los últimos diez años se ha disparado de forma importante el número de pacientes de Cuenca y provincia a los que ataca el polen de las llamadas cupresáceas, que polinizan entre diciembre y marzo. Arizónicas, cipreses, enebro o sabina, son las especies culpables de que unos 15.000 conquenses padezcan alergia en los meses de invierno, según los datos que aporta el doctor Antonio Moreno, alergólogo del Hospital Virgen de la Luz de Cuenca.
En concreto, la polinización de cupresáceas es ya la tercera más importante de la provincia, por detrás de las gramíneas y el olivo, que polinizan en primavera. No son especies raras. Más bien al contrario, en el caso de las arizónicas, llamadas así porque fueron importadas de Arizona, son cada vez más frecuentes en las ciudades donde adornan parques, vallas de chalets o las medianas de las carreteras.
De hecho, “es una realidad cada vez más frecuente en el Hospital las personas con alergia a las cupresáceas”, explica Antonio Moreno.
El principal problema que existe con las alergias invernales es precisamente eso, la época en la que se producen. Son muchos los que no distinguen los síntomas y piensan en otras patologías más relacionadas con el frío.
Sin embargo, tal y como señala Moreno, hay dos indicadores claros que nos pueden poner sobre la pista de que se trata de una alergia. En primer lugar, la periodicidad, es decir, que se repitan los mismos síntomas en la misma época todos los años; y, en segundo lugar, la duración, ya que, si un constipado o una gripe se pueden alargar una semana, la alergia permanece durante meses.
Los síntomas que provocan las cupresáceas son similares a los del resto de alergenos: picor de ojos y molestias por la luz, lagrimeo constante, estornudos en salva, o lo que es lo mismo muy seguidos y preferentemente por la mañana, congestión nasal, picor de nariz, y, a nivel bronquial, puede haber toses, sensación de falta de aire, e incluso pitos en el pecho.
ALERGIA TODO EL AÑO
El doctor Antonio Moreno destaca la importancia de acudir al médico de atención primaria ante cualquier indicio de alergia con el fin de que se derive cuanto antes al Servicio de Alergología y empezar el tratamiento. Una alergia no es ninguna enfermedad menor, de hecho, según la Organización Mundial de la Salud, es una de las que más merma la salud del paciente.
En la actualidad, el 25 por ciento de la población de Cuenca es alérgica. De este porcentaje, entre un 30 y 40 por ciento lo son a las cupresáceas. “Se trata de una prevalencia muy alta, es raro quien no conozca hoy en día a alguien con esta patología”, recalca el doctor.
En el caso de Cuenca se añade otro factor. Y es que el paciente prototipo del Hospital Virgen de la Luz, no solo tiene síntomas en primavera, que es lo más frecuente. También los presenta en los meses de invierno y, un porcentaje importante de ellos, también en los últimos meses del verano y principios del otoño, época en la que polinizan las malezas.
“Estamos hablando de que hay pacientes que empiezan con síntomas en diciembre y terminan en octubre, que están realmente nueve o diez meses con alergia, por lo que la merma en su calidad de vida es increíble”, dice Antonio Moreno.
TRATAMIENTOS
Una vez que las pruebas de prick, más conocidas como las pruebas de la alergia, confirman el diagnóstico, es esencial someterse a un tratamiento.
Los hay sintomáticos, como son los antihistamínicos o los broncodilatadores. En este caso, alivian los síntomas, pero no frenan el avance de la enfermedad.
El único tratamiento que frena, e incluso puede curar la alergia, es la inmunoterapia, es decir, vacunarse. Como señala el doctor Moreno, hoy en día el mundo de las vacunas ha evolucionado mucho y se ha pasado de pautas muy pesadas para el paciente- que a veces se tenía que administrar las dosis semanalmente durante meses- a otras menos pesadas, más cortas, y más sencillas de administrar.
Asimismo, existe la posibilidad de optar por la vacuna sublingual, que evita tener que ir al hospital o centro de salud y la molestia del pinchazo. No obstante, elegir entre una u otra depende del perfil de paciente y del grado de alergia, algo que debe determinar el profesional médico. Junto a esto existen recomendaciones higiénico-sanitarias para evitar el contacto con el polen como puede ser usar gafas de sol por la calle, ir con las ventanillas del coche subidas, no ventilar en exceso la casa o no secar la ropa al aire libre.
La alergia, algo anecdótico hace 40 o 50 años, es la enfermedad que ha traído el desarrollo industrial. Sistemas inmunológicos cada vez más débiles, o la combinación de los polenes con los humos de los motores, nos exponen al ataque de miles de alergenos todo el año.
TESTIMONIO. VIVIR CON ALERGIA
Inés Sánchez tiene 42 años y es alérgica desde que tiene uso de razón. Siendo un bebé ya le diagnosticaron alergia a los ácaros del polvo y al pescado blanco, y supo lo que era someterse a vacunas y tratamientos. “Tuvimos que ir a un especialista en Madrid porque aquí en Cuenca no había por aquel entonces y recuerdo que las vacunas me las ponía mi madre en casa con las indicaciones que le había dado el médico”, nos cuenta.
Ya en la Universidad comenzó a notar síntomas en los meses de enero y febrero. “Me ponía fatal en plena época de exámenes, incluso con episodios de asma”. Se hizo las pruebas y dio reacción positiva a las arizónicas. “Era la primera vez que oía algo acerca de esta especie de arbusto, hoy en día la conozco bien e intento evitarla, por mi bien, aunque es difícil porque ahora está por todas partes en las ciudades, al igual que el ciprés”.
Sánchez explica que es sumamente molesto convivir con la alergia. “Parece que nadie le da importancia, pero estar dos o tres meses con picores de ojos o del paladar, lagrimeo, o congestión nasal, no es fácil en el día a día. Yo en invierno voy siempre con el pañuelo y no es por un resfriado. Los síntomas durante tanto tiempo agotan”, dice.
En la actualidad, esta conquense solo toma el tratamiento de antihistamínicos, aunque se vacunó contra las cupresáceas varios años. “Ahora cuando estoy peor tomo una pastilla o uso un colirio y parece que lo voy sobrellevando”.