En las añejas fotografías de la Semana Santa del primer cuarto del Siglo XX, resaltan unas imágenes de distintos “pasos” desfilando bajo arcos triunfales o parados delante de los mismos, que fueron captadas durante los desfiles de la Semana de Pasión de 1922, es decir, de hace cien años. Las nuevas generaciones nazarenas preguntan a veces --sobre todo en las redes sociales donde aparecen los documentos gráficos-- por el significado de esos arcos con imágenes y tallas desaparecidas (destruidas en la guerra incivil), en una ciudad en la que también a lo largo de ese siglo fueron derribados edificios significativos y alguna iglesia como la de San Francisco, suplidos por otras construcciones menos acordes con el entorno de la ciudad, tanto en la Alta como en la Baja de Carretería/Calderón de la Barca.
El arco que aparece en las fotos semanasanteras que publicamos es uno de los instalados en el centro de la ciudad (Carretería) para realzar la entrada del obispo Cruz Laplana y Laguna, el día 8 de abril, Sábado de Pasión, víspera del Domingo de Ramos. Al efecto se colocaron siete arcos de entrada triunfal: el primero en la plaza de San Francisco (actual plaza de la Hispanidad), por la empresa del Salto de Villalba; el segundo por el Banco Zaragozano (Laplana era aragonés) en la calle Mariano Catalina (Carretería), donde aparecen esas imágenes; el tercero en Calderón de la Barca, por la Cámara de Comercio; el cuarto en Andrés de Cabrera, por la Acción Católica y el semanario “El Centro”; el quinto arco en la calle Alfonso VIII, colocado por la Asociación de la Virgen del Perpetuo Socorro; el sexto se instaló en la anteplaza, a cargo del Ayuntamiento, y el séptimo en la entrada de la calle Obispo Valero, con el escudo de armas del nuevo prelado, montado por el Cabildo Catedral.
CINCO PROCESIONES
Todos estos arcos realzaron la entrada en Cuenca del obispo Cruz Laplana, que llegó en tren desde Madrid, con paradas en todas las estaciones provinciales de la Diócesis, y la mayoría de ellos siguieron colocados durante los días pasionarios. La Semana Santa de 1922 cayó del 9 al 16 de abril, siendo los días más importantes para Cuenca el Miércoles Santo (12), con su procesión del Silencio y los siguientes “pasos”, con “salida a las ocho de la tarde de la parroquia de San Esteban: Jesús Orando en el Huerto, El Beso de Judas, Jesús en el Pretorio, Arrepentimiento de San Pedro, Jesús ultrajado ante Anás y Caifás y Nuestra Señora de la Amargura con San Juan”.
El Jueves Santo (13) salía “a las cuatro de la tarde de la ermita de San Antonio Abad la procesión de Pasión que organiza la Archicofradía de Paz y Caridad que forman las seis hermandades presididas por el Santísimo Cristo de las Misericordia, con los “pasos” de Jesús orando en el Huerto, Jesús en la Columna, Jesús con la Caña, Santo Ecce-Homo, Jesús Nazareno con el Cirineo y Nuestra Señora de la Soledad”.
Y el Viernes Santo (día 14) con sus tres procesiones: Camino del Calvario (seis de la mañana), “desde la iglesia de El Salvador con los “pasos” de Jesús Nazareno cargado con la Cruz, Jesús Nazareno Caído bajo el peso de la Cruz y la Verónica con el Santo Rostro, San Juan Apóstol y Evangelista y Nuestra Señora de la Soledad”. No hay referencia de las turbas. En El Calvario (diez de la mañana), “desde El Salvador y San Esteban con los “pasos” Crucifixión, Exaltación de Jesús Crucificado, Agonía, Muerte y Lanzada, Descendimiento y Nuestra Señora de la Piedad o de las Angustias”.
Y el Santo Entierro, con salida de la parroquia de El Salvador a las cinco de la tarde, con Jesús Yacente en una urna y la Soledad, “con los acogidos de la Casa de Beneficencia, miembros de todas las Hermandades, Seminarios, Cabildo Catedral y de Santa Catalina, autoridades, y los heraldos de la Fama y de Armas, niños pasionarios, y caballeros de Nuestra Señora de la Soledad y Santo Sepulcro que la costean”. Tanto “El Centro”, como “El Mundo” y “El Día de Cuenca” repetían el mismo texto sobre la programación de la Semana Santa.
MÚSICA
Las cinco procesiones estuvieron acompañadas por las Bandas de Música Municipal y Provincial, así como con las correspondientes capillas que “entonaron el tradicional y patético miserere”. Por cierto, en la referencia del semanario “El Mundo” sobre la celebración de la Semana Santa de hace cien años se recoge que lució “un tiempo espléndido con gran afluencia de forasteros”. Sobre la Banda Municipal, creada en diciembre de 1895, se escribía: “Se puede decir que hacía su debut y no ha defraudado las esperanzas que se tenían de que sería una verdadera y bien organizada agrupación musical gracias a la pericia y constancia de su director Sr. Cabañas”. Se entiende que en los años anteriores surgieron algunos problemas organizativos con la Banda.
Y se remataba la información con estas líneas: “Hora era ya de que el municipio emplease bien el dinero en una cosa que ha de disfrutar el pueblo; para ultimar esta buena obra es necesario que el Ayuntamiento se preocupe, y cuanto antes de que se hagan los uniformes para los músicos, cosa que es de imprescindible necesidad para el buen nombre de Cuenca”.
EL BANDO DEL ALCALDE Y SUS PROHIBICIONES
Coincidían los distintos semanarios en apuntar que no habían ocurrido incidentes pese a la numerosa presencia de forasteros, si bien hay que apuntar que el alcalde, Aurelio Torralba, había publicado un Bando en el que hacía saber que ante la celebración de la Semana Santa, “tradición en el vecindario en esta clase de culto, y para conservar el orden público habré de recordar las disposiciones y las haré cumplir, corrigiendo las infracciones que se cometan”. Al efecto, desde las siete de la noche del miércoles y hasta el sábado inmediato, “queda prohibida la circulación de carruajes por la vía pública, excepto los de las autoridades, correos o coches de funeraria”.
El Bando señalaba también: “Queda prohibida la instalación de puestos en la vía pública, reunirse en ella produciendo escándalo y proferir palabras mal sonantes, que si en todo tiempo desdice de la cultura de nuestros convecinos, en la presente Semana Santa han de hacerse cumplir las prevenciones dictadas con mayor rigor”.
También se informaba que “estarán cerrados los establecimientos de comestibles y bebidas durante el tiempo que las procesiones inviertan en su recorrido”, así como que se prohibía el Sábado Santo “disparar armas, petardos o cohetes, respondiendo de la infracción sus autores o los dueños donde aquellos tengan efecto”. Las infracciones se cifraban entre 5 y 50 pesetas.
Se puede afirmar que con la edición de las postales de la Semana Santa de 1922 se dio a conocer de manera gráfica la importancia de la Pasión de Cuenca y sobre todo la categoría de algunas de sus tallas como el Ecce-Homo, la Virgen de las Angustias de San Felipe, el Nazareno del Puente o los espectaculares pasos de la Exaltación o el Descendimiento, además del Cristo de los Espejos y el de la Agonía, entre otros.
Pero sobre todo es justo reseñar al autor de las imágenes gráficas, el fotógrafo conquense Campos, que bien merece un reconocimiento, pues sus fotos no sólo sirvieron para esas postales, sino que además con los clichés de fotograbado Ciarán esas fotografías se repitieron cada año en los distintos programas y folletos de la Semana Santa de Cuenca (entre ellos 1925 y 1929) y en revistas y periódicos nacionales como Blanco y Negro (1929), Crónica (1931), Estampa (1932) y ABC (1930). En todos ellos aparece la firma obligada de “Fotos: Campos”, además de las firmas de Luis Martínez Kleiser (ABC y Blanco y Negro) y Juan Giménez de Aguilar (Crónica). Incluso en libros de Hermandades aparecen algunas de estas gráficas de 1922.
Como muy bien se recoge en el Volumen “Tarjetas postales de la ciudad de Cuenca 1897-1936”, editado el 1 de abril de 2006, con textos de Francisco de la Torre y Manuel Pinedo y el prólogo de Miguel Ángel Troitiño, con la colección de cuatro autores, estas postales nazarenas fueron realizadas por Heliotipia Artística Española, que imprimió numerosas tarjetas sobre Cuenca, siendo las primeras las de aquella Semana Santa de hace cien años, en las que en varias de las postales aparece el arco triunfal instalado en la actual Carretería por el Banco Zaragozano. El valor simbólico de aquellas postales, como se recoge en el Volumen, tiene mayor cotización “ya que se corresponden con la imaginería desaparecida en la Guerra Civil”.
IMPRESIÓN DE LAS POSTALES
La impresión de las postales se hizo en fototipia marrón en los talleres de Fotograbado Alfonso Ciarán, que dejó su firma de “A. Ciarán” en todos esos grabados, como se puede apreciar en las distintas impresiones. De ahí que en algunos casos se pueda atribuir como autor de la foto a Ciarán en los casos que no aparecía el nombre de Campos, que era el corresponsal de aquellos medios nacionales. Las postales se fueron agotando, sobre todo por coleccionistas nazarenos de Cuenca. Fue todo un acierto que el Volumen de las postales dedicase cinco páginas para publicar 18 tarjetas de la Semana Santa de 1922, entre el centenar de postales de Cuenca de finales del siglo XIX hasta 1936.
Estas postales vieron la luz en color sepia, junto a varias imágenes de la Santa Cena de Marco Pérez (1930) en el número Extra de Semana Santa de “Diario de Cuenca” de 1984, cedidas por José Artiaga Gómez, pero sin citar al fotógrafo original ni al grabador, en una doble página con la portada (Soledad del Puente, foto en color de José Luis Pinós) y contraportada publicitaria con una preciosa imagen del Cristo de la Agonía, de Coullaut-Valera, sin firma de fotógrafo, pero con este emotivo verso: “Oye un momento escultor: / ¿Cómo lograste labrar / esa efigie de dolor / que hace con verla, llorar?”.
Cien años se cumplen de aquellas postales con fotografías bajo los arcos triunfales que recibieron al obispo Laplana y dejaron esa instantánea para la historia gracias a la pericia fotográfica de Campos y a la editora de las postales (HAE), con los grabados de A. Ciarán. Las tallas fueron destruidas, pero las imágenes quedan en la retina gráfica de la Memoria nazarena. Un siglo de Historia.