Certificado de profesionalidad, impulso para el sector apícola
En el marco de una iniciativa pionera en la provincia de Cuenca, resultado de la propuesta que aceptó y apoyó desde el principio la dirección provincial de Economía, Empresas y Empleo de la Junta de Comunidades, y a través del centro de formación que dirige Rubén Guillén, cerca de 20 alumnos están adquiriendo los conocimientos para obtener el certificado de profesionalidad en Apicultura que, al finalizar, expedirá la Consejería que es quien financia la actividad formativa.
Dando respuesta a la demanda y dotando de profesionalidad al sector de la apicultura en la provincia, se han comenzado a impartir este semestre las asignaturas que componen “los módulos que hay que cubrir” para obtener la titulación que abre nuevas expectativas.
Los alumnos recibirán 460 horas entre teoría y clases prácticas como a la que asistimos con los alumnos y el profesor, José Manuel Valverde, en un colmenar de Buenache de Alarcón. A lo que se añadirán otras 40 horas prácticas que tendrán que realizar en empresas, como adelantara Valverde.
Tras el periodo de formación estarán preparados para obtener el certificado e iniciarse en la actividad por su cuenta comenzando por lo básico, la creación de su propio colmenar.
Práctica
Los alumnos realizan en el campo las clases prácticas, como la de alimentación llevada a cabo este martes en Buenache de Alarcón, donde el instructor repasó algunos de los conocimientos que adquieren. “Aprenden a mantener una explotación apícola pero también a crear un colmenar. Aprenden dónde y cómo se deben de instalar; como han de protegerse de la climatología, teniendo en cuenta los vientos predominantes de la zona, buscando siempre la protección de los vientos del norte con una orientación sur-sureste”, explica el profesor en la materia.
En las clases se trata profusamente la flora apícola. Todo apicultor sabe de la importancia que tiene averiguar y saber de la flora que hay en la zona donde se quiere instalar, “si no tienen flora no van a comer las abejas que es lo más importante”. Pero también cómo se ponen y nivelan las colmenas; los tipos de colmenas que hay; la patología apícola, conocerán las enfermedades más importantes que padecen las abejas y cómo diferenciarlas y sabrán a qué distancia del núcleo urbano se pueden poner colmenares y el espacio que tien que haber entre ellos; el equipo necesario para atenderlas protegidos, como también es relevante, la normativa y la legislación existente que afecta al sector.
Sobre la alimentación fue precisamente a la clase que asistimos con los alumnos, en la que aprendieron a preparar un protéico de liptosa con base de harina de soja y levadura de cerveza, más fructosa que llevaron a las colmenas en la visita.
Sobre las colmenas, los alumnos aprendieron a diferenciar del resto de las abejas, a la reina y el estado en que se encontraba, si estaba fecundada, así como el momento del proceso en que estaban las larvas. Y, siguiendo siempre atentamente las indicaciones del profesor, alimentaron las colmenas cuando hacía falta alimento y les ponían tiras de antibiótico si era necesario por haber detectado varroa siguiendo las instrucciones e indicios que encontraban en cada colmena.
Enfermedades
Los alumnos también aprenden a detectar y a combatir, aunque no es fácil, el eterno problema que viene padeciendo la abeja desde que en la década de los 80 apareciera la varroa jacobsoni que, “ahora se ha convertido en varroa destructor y la serie de enfermedades asociadas a varroas”.
Valverde comparte con los alumnos algunos de los problemas con que se encuentra el apicultor, el daño que producen los pesticidas que se echan al campo afectando negativamente a las abejas. “Actualmente el medio rural está más contaminado que el medio urbano, es una vergüenza para todos pero es la realidad. En Castilla-La Mancha el decreto 209 prohíbe poner colmenas a menos de 400 metros del núcleo urbano pero, los parisinos ponen colmenas en áticos, edificios y empresas para producción, casos de restaurantes que les ofrecen miel a sus clientes y nos estamos dando cuenta de que las colmenas que están allí viviendo no tienen los problemas con que nos encontramos nosotros”. Lo que sorprende al apicultor “el medio les está resultando más sano que el nuestro, habrá contaminación atmosférica, pero allí, la contaminación orgánica de la tierra es mejor que en el campo debido a los pesticidas”, asegura Valverde.
Por lo general, la apicultura es un oficio al que se dedica “el que no tiene nada en el pueblo, ni tierras, ni otro medio para vivir y utiliza la apicultura como salida”, en muchos casos, complemento de otra actividad y, “nos damos cuenta de que el apicultor está peleando más cada día contra gente con poder de decisión que impone sus productos: herbicidas o híbridos de girasol” que “hacen un daño terrible”, y causan la desaparición de los nectarios del girasol.
“Antes se cogían una o dos cosechas de girasol y ahora no hay casi nada, y además tienen neocotinoides que es todavía muchísimo peor porque matan a nuestras abejas que, con cantidades de 10.000 partes por millón, es capaz de matar a una abeja y están saliendo con 0,7 partes por millón que también es perjudicial para el hombre”.
Certificación
Buscando “la integración en el entorno socioproductivo de la provincia”, el certificado de profesionalidad en apicultura que hasta ahora no se había desarrollado, viene a dar respuesta a una demanda de formación y conocimientos que dota de contenido al curso y se reflejará en la profesionalidad del sector.
Casi todos los alumnos matriculados tienen experiencia apícola en Mira o Casasimarro, por citar algún caso, donde han aprendido en el día a día a través de la relación directa con sus padres, abuelos y propietarios de explotaciones apícolas, conscientes de las carencias al abordar situaciones que no pueden resolver, conocimientos como los que están recibiendo sobre las enfermedades que afectan y cómo afrontarlas, o sobre la alimentación y nutrientes que necesitan las abejas, que es lo que les aporta la formación reglada y lo que, como todos señalan, necesitaba el sector.
La dirección provincial de Economía, Empresas y Empleo y el centro de formación han estado atentos a la necesidad y la Consejería ha creado el certificado de profesionalidad, “recogiendo el saber tradicional o popular que había en la zona, intentando dotarlo de una metodología de trabajo y estructura de formación que aporta contenido al curso” que, tras analizar el resultado que se obtenga con esta primera experencia, evolucionará profundizando en las materias que lo necesiten repitiendo este curso de nivel 2 o “creando nuevos certificados sobre mercados melíferos, comercialización o estructura de creación corporativa, relacionados con este mundo” que desde el centro se podría complementar con otros cursos de cualificación superior, “de nivel 3 o, dentro del nivel 2, en el mundo del proceso melífero, de otra manera”, afirma Guillé