Los peñistas han respondido a su patrón y la Plaza ha vibrado como nunca en el último día de vaquilla, el día grande, el de San Mateo.
Con más gente que nunca, se ha notado que todos querían disfrutar del último día. Los corredores se han empleado a fondo ante vacas muy buenas y con genio, que han dado sustos y algún otro revolcón que de milagro no han acabado mal.
Los astados han vuelto a estar ágiles, aunque la mayor presencia de valientes en el recinto ha propiciado que las carreras fueran más cortas que en la jornada de mañana.
Las peñas apuran estas últimas horas y esperando la última verbena, solo apta para los que están hechos de una pasta especial. La traca final ha salpicado con destellos el ocaso de un San Mateo que, sin aglomeraciones, ha podido vivirse con mucha más intensidad.