El agua es un bien de primera necesidad, esencial tanto para el consumo humano (principalmente para beber y para la higiene personal y del hogar) como para el desarrollo social y económico. Pero es, a su vez, un recurso limitado cuya gasto no hace sino aumentar: la ONU alertaba recientemente de que la demanda podía llegar en 2030 a superar en un 40 por ciento a los recursos hídricos existentes. Y en los últimos años ya se ha convertido en un problema real en Comunidades Autónomas como Castilla-La Mancha como consecuencia de un cambio climático que está provocando largos periodos de sequía y contribuyendo a que el volumen de agua actual en los pantanos de cabecera del río Tajo, Entrepeñas y Buendía, sea el más bajo de los últimos 22 años, al situarse por debajo de los 240 hectómetros cúbicos, alcanzando apenas el 9,40 por ciento de su capacidad total.
De ahí la importancia de garantizar la sostenibilidad del agua a través de una adecuada gestión y que el Gobierno regional, a través de la Dirección General del Agua, haya emprendido una campaña, de nombre ‘SOS. El agua se está acabando’, con el objetivo de concienciar a la población sobre la escasez de este recurso y tratar de evitar en lo posible el derroche de este bien que, recalcan, es “fundamental” para generar riqueza, crecimiento, empleo y desarrollo.
El agua, considera Antonio Luengo, director general del Agua de Castilla-La Mancha, “parecía infinita, un elemento que nunca se acababa, pero este periodo de falta de lluvias que venimos sufriendo nos lleva a tratar de concienciar a la gente de que es un patrimonio común, de todo el mundo, y que como tal tenemos que cuidarlo. Porque agua hay para los usos que la gente necesita si el consumo es eficiente, pero si el desarrollo económico es insostenible, entonces sí que nos quedaremos sin agua”.
difusión mediática
Para tratar de llegar al mayor número posible de ciudadanos, el Gobierno regional apuesta por la difusión de esta campaña a través de medios tradicionales, marquesinas, redes sociales y una página web monotemática, buscando entre otras cosas que la gente interactúe y traslade su sentir sobre la escasez de agua y la necesidad de ajustar su consumo.
El objetivo, apunta Antonio Luengo, es cuidar tanto el consumo actual como el que realizan y seguirán llevando a cabo las nuevas generaciones, a las que “no podemos transmitir un planeta disecado, donde el agua se acabe de forma cuantitativa, ni un planeta donde contaminemos el agua, y el problema sea cualitativo, porque entonces el agua ya no sirve para lo que podría servir”.
Es posible que la gente sí sea consciente de que no debe consumir un agua excesiva porque ello dispararía la factura familiar de un gasto normalmente en manos de los ayuntamientos o de empresas municipales. Pero igual no tanto de que también es necesario limitar el consumo con vistas al futuro: para que siga habiendo agua. Además, un exceso de demanda podría generar el encarecimiento de las facturas a medio y largo plazo. A este respecto, Luengo advierte de que “cuanto más escasa sea el agua, más cara va a ser, como cualquier elemento que se mercantiliza, y un elemento tan básico podría convertirse de este modo en un asunto de discriminación social, al que solo podrían acceder aquellos que tuvieran las rentas más altas, de modo que habría ciudadanos de primera y de segunda. Algo que queremos evitar”.
Dentro del hogar es importante que se intente no derrochar el agua. Existen toda una serie de recomendaciones algunas de las cuales recogemos en la página 3 de este número Las Noticias. Pero, a fin de cuentas, el consumo de este recurso en los hogares apenas supone el 15 por ciento del total, por lo que lo fundamental es incidir en las empresas.
“Cuando el agua se introduce en un proceso productivo, sobre todo en la agricultura, que consume el 85 por ciento del agua, pero también en la industria, se consume mucha más y también se contamina más. Y con esa agua se crea un valor agregado, algo que como tal debe revertir en la sociedad y que exige un consumo responsable y sostenible”, concluye Luengo.