Cuenca es, después de Badajoz, la provincia española con mayor porcentaje de pensiones con complementos a mínimos, con un 46,9 por ciento, 21 puntos más que la media nacional. Esto significa que casi la mayoría de los 44.200 pensionistas conquenses cobran una pensión por debajo de la mínima y tienen que pedir un complemento económico para llegar a lo que garantiza el Estado.
Un dato que pone de relieve que la pérdida de poder adquisitivo que denuncian desde hace meses los pensionistas de toda España se acentúa más si cabe en Cuenca. De hecho, según datos aportados por Comisiones Obreras, la pensión media en esta provincia es de 784 euros, frente a los 921 euros de media nacional o los 850 de media en Castilla-La Mancha. O lo que es lo mismo. Un pensionista conquense percibe 137 euros de media menos que cualquier otro del resto de España, o 66 euros menos que cualquier otro castellano-manchego.
La revalorización del 0,25 por ciento fijada por el Gobierno para 2018 apenas se percibe en los bolsillos de muchas personas mayores que lo tienen realmente complicado para llegar a fin de mes después de toda una vida de trabajo y esfuerzo. Conocer la realidad y el día a día de algunos de ellos es un jarro de agua fría que demuestra que las concentraciones no son solo consignas o pancartas. Hay personas detrás.
Como Carmen Jiménez, de 81 años. Vive en la Residencia Las Hoces de la capital y cobra una pensión de viudedad de 630,9 euros. Un 75% lo tiene que destinar a pagar su estancia. No tiene ninguna propiedad, ningún bien, “no tengo nada, con los cien euros y pico que me quedan es con lo que tengo que vivir”, señala. “Ayer mismo tuve que ir a comprarme unas zapatillas y hasta vergüenza me daba porque 7 euros se me hacía caro. No sé si el señor Rajoy puede dormir tranquilo porque yo en su lugar no podría”, destaca.
Al igual que sus compañeros de alojamiento, gran parte del poco sueldo que les queda lo destinan a medicinas (muchas de ellas no les entran por la Seguridad Social como enjuagues o pomadas). Rara vez pueden ir a la peluquería o al podólogo. Nada de ropa y “caprichos ninguno”, como señala Ángela Salmerón, de 90 años, y también beneficiaria de la pensión mínima.
"Es una pena lo que se te queda después de toda una vida trabajando tan duro"Otros sí tienen a su cargo propiedades, lo que en su opinión les está perjudicando porque tienen que hacer frente a múltiples recibos para mantenerlas “y no las podemos ni vender porque nadie las quiere o te ofrecen una miseria”.
Así lo expresa Félix Triguero, de 86 años y natural de Buciegas, que ha cotizado durante 47 años como agricultor. “Es una pena lo que te queda después de toda la vida trabajando como borricos, segando, trillando...a los que roban y hacen esos desfalcos que les metan mano porque dinero hay y eso es de todos los españoles”, denuncia. En su caso, dice, va tirando haciendo pocos gastos.
“Para ir a Cuenca nos tenemos que juntar tres o cuatro para pagar a medias un taxi que son unos 12 euros”. Porque estos ancianos no olvidan el daño que les ha hecho que suprimieran la única línea de autobús que llegaba hasta Las Hoces, en la antigua carretera de Madrid, y que les permitía poder moverse a diario de una forma mucho más cómoda y económica. “Le han quitado la vida a esto”, dice Félix.
Pablo Alcocer, a punto de cumplir los 95 años, disfruta de una pensión un poco más alta, 950 euros, pero es consciente de que mientras el IVA sube sus pensiones siguen estancadas. “Hemos perdido más de 1.000 euros de poder adquisitivo al año”, asegura Pablo, que tiene que mantener dos viviendas en su pueblo, Tinajas, y en Cuenca “que lo suyo me costó pagarlas en su momento” y cada vez lo tiene más complicado. “Teníamos muchos derechos y de la noche a la mañana nos han quitado todo, ahora estamos peor que nunca”, añade.
Considera indignante que quieran alargar la edad de jubilación. “Si no contratan a gente de 45 años cómo van a contratar a otros más mayores o cómo se va a subir un hombre de 70 a arreglar un tejado”. “Hay millones para lo que quieren, como para arreglar la banca, pero no para nosotros”.
Por cierto, ninguno de ellos ha podido hacerse nunca un plan de pensiones. A los cuatro les encantaría poder formar parte de las manifestaciones para reclamar unas pensiones dignas, la próxima este sábado, a estas horas en el aire debido a la lluvia en la capital. Lo comentan mientras cogen sus andadores. “Si pudiéramos ahí estaríamos”.
"Detecto que este movimiento, como el 8M, no va a ser pasajero"“Mal empieza la mañana”. Julián Ortega, pensionista conquense de 62 años acaba de enterarse que PP y Ciudadanos han avalado en el Congreso el veto del Gobierno para no tramitar la iniciativa de Unidos Podemos de revalorizar la pensiones con el IPC. Ortega se considera un privilegiado porque cobra una pensión superior a los mil euros y no tiene cargas familiares pero conoce casos de amigos que pasan dificultades, o tienen que mantener a los nietos, o sacar de las residencias a sus progenitores para poder comer.
“Con 600 euros una persona sola no llega y menos aún si tiene que pagar un alquiler. Dependemos de las facturas de luz, calefacción e impuestos municipales que cada vez suben más”. De ahí su implicación en todas y cada una de las concentraciones y manifestaciones que han tenido lugar. “Detecto que este movimiento, al igual que el 8M, no va a ser pasajero. Veo que cada vez hay más participación porque la acción del Gobierno está siendo nula y muchos ven que sus hijos están en peores condiciones que ellos”.
La solución, a su entender, pasa por incrementar el salario mínimo interprofesional y que vaya equiparándose de forma progresiva a los salarios de los países de nuestro entorno. “Solo con unos sueldos dignos se puede mantener la hucha de las pensiones”. Sobre el incierto futuro del sistema público de pensiones afirma contundente que “la ciudadanía no va a permitir que desaparezca”.