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Las Turbas

Ángel Muñoz Aguilar: "Las Turbas son para mí algo sagrado”

De la familia de los Pataco, este conquense que vive en Cataluña ha sido Turbo de Honor este año 2018
Ángel Muñoz Aguilar: "Las Turbas son para mí algo sagrado”
Foto: Saúl García
01/04/2018 - Gorka Díez

Hay conquenses a los que la vida les lleva a vivir fuera de Cuenca pero que siempre llevan a Cuenca en el corazón. Y que, aunque solo sea en fechas muy concretas, como Semana Santa, siempre vuelven. Es el caso de Ángel Muñoz Aguilar (Cuenca, 1950), de los Pataco “de toda la vida”, que llevan Las Turbas “metidas en la sangre”, y que este año ha sido nombrado Turbo de Honor.

Aunque con 14 años emigró con sus padres al País Vasco y desde los 23 está asentado en Cataluña, al principio en Gerona y desde antes de cumplir los 30 en Lloret de Mar, con apenas un año vivió sus primeras Turbas de la mano de sus tíos. “Paco, Tomás… Eran figuras emblemáticas” recuerda. Y desde entonces no ha faltado a su cita con la procesión Camino del Calvario salvo en dos ocasiones. La primera, porque cumplía con el servicio militar “y aunque estaba en Madrid me tocó una guardia y la mili era una cosa seria”. La segunda, con unos 30 años, ya casado y padre de familia. “Me fue imposible pero desde las cinco de la mañana estuve pensando en que ya estarían todos esperando la procesión, luego que ya se habrían abierto las puertas de El Salvador, después que el desfile ya estaría en la Puerta de Valencia, la gente con esas caras desencajadas, la del que se acaba de levantar y la del que ya debería acostarse. Me acosté a las doce del mediodía y me dije: ‘Esto no me vuelve a pasar nunca’. Y desde entonces nunca he vuelto a faltar. Las Turbas son para mí algo sagrado”.

Ser nombrado Turbo de Honor le llena de “orgullo”, aunque no considera meritorio participar cada año en el desfile. “Yo me limito a ponerme mi túnica y mi tambor. Vengo porque me gusta y es lo que me pide el cuerpo. El mérito lo tienen quienes están aquí manteniendo la tradición, trabajando para que esto continúe”.

A sus 68 años, el que fuera alumno del Ramón y Cajal, “al que nosotros llamábamos El Grupo”, y del instituto Alfonso VIII, considera de hecho que Las Turbas “han estado a punto de morir de éxito” pero celebra la alta participación actual, tan distinta de la de su infancia, “cuando éramos cuatro gatos, y la mitad era mi familia”.

Al vivir fuera, para él es muy importante mantener “el contacto con mis tradiciones, ver a mis paisanos… Los conquenses que estamos fuera tenemos una vinculación especial. Cuando contactas con alguien de aquí, es un colega, porque ser de Cuenca pesa. No sé si es nostalgia pero ese tío, si puede hacerte un favor, te lo va a hacer. Y tú se lo haces a él. Porque es de Cuenca”.

Laboralmente, la vida le ha tratado bien a Ángel Muñoz Aguilar. Trabajó durante cinco años en un banco y luego fue ejecutivo durante otros quince en una gran empresa catalana. Aunque acabó montando una inmobiliaria que le absorbía tanto que decidió centrarse en ella. Ahora tiene dos sedes, una en Lloret de Mar y otra en Llafranc.

También le ha ido bien en el terreno familiar. “Me casé con una catalana que, como buena catalana, no me deja vivir: siempre estamos buscando actividades”. Y siempre se ha mostrado dispuesta a hacer las maletas cada Semana Santa para no faltar a la cita de Ángel Muñoz Aguilar con su familia, su pasado, su pasión.