‘La maldición de la inteligencia’ y ‘Demasiada inteligencia para ser feliz’ son dos de los títulos de libros sobre altas capacidades escritos por psicólogos y psicoterapeutas que definen a la perfección la paradoja que viven estas personas, sobre todo niños y adolescentes.
Desde muy pequeños, incluso con meses, empiezan a hablar como un adulto, utilizando palabras y expresiones inimaginables para su edad, conjugan los tiempos verbales más complicados, presentan excesiva curiosidad, tienen una mente ágil, una gran memoria, aprenden con poca práctica y repetición, y entran al colegio sabiendo leer. Sin embargo, esta capacidad por encima de lo normal pronto se vuelve en su contra. En las clases se aburren, porque ya conocen lo que se está impartiendo y no encuentran ninguna motivación, dejan de prestar atención, no hacen las tareas o no socializan. También su desbordante creatividad les inhabilita para llevar una vida normal y en la rutina diaria son muy despistados, hay que estar encima de ellos y ponen pegas a cosas cotidianas como acostarse, lavarse los dientes, o hacer los deberes porque odian lo repetitivo puesto que ya lo dominan. A esto hay que sumar el enfrentarse a que se rían de ellos y los tachen de frikis, raros, empollones o repipis.
El resultado es que hay un 75 por ciento de fracaso escolar en alumnos con altas capacidades, sobre todo en Secundaria.
En Castilla-La Mancha se estima que entre un 2 y un 5% de la población son personas con un intelecto superior. De esta cifra, solo el 0,06 por ciento está diagnosticado como tal.
La definición de alta capacidad hace referencia a aquellos individuos que presentan razonamientos, aprendizajes, competencias en varios campos y habilidades motrices excepcionales. Engloba los conceptos de talento y el de superdotación. La Organización Mundial de la Salud considera superdotado a toda aquel que supera un coeficiente intelectual de 130 en un test homologado.
Hace un año un grupo de madres conquenses empezaron a conocerse, a compartir las características de sus pequeños, a desahogarse. Poco a poco surgió la idea de unir fuerzas y crear una asociación que diera respuesta a las necesidades emocionales, educativas y sociales de estos niños ante la falta de recursos y centros especializados en toda la provincia, así como ayudar a las familias desorientadas. Nace así ‘Ingenio’. Un nombre con doble sentido. Por un lado, como la cualidad innata de crear o discurrir. Pero por otro, por la connotación negativa del prefijo ‘in’, que expresa el valor contrario a la palabra que acompaña. “La gente piensa que son todo lo opuesto a un genio”.
Lo describen así las precursoras de la asociación. Nos reunimos con ellas para hablar de esta iniciativa. La mayoría prefiere no dar su nombre. Dicen que todavía sigue siendo un tema tabú. “Cuando vamos a comentárselo a un profesor parece que estamos fardando de que nuestros hijos son los más listos y nos da incluso vergüenza”, comenta una de ellas. “A mí la maestra de mi hijo me llegó a decir que todos los padres pensamos que el nuestro es el mejor”, añade otra. Precisamente esta progenitora tuvo que pagar de su bolsillo los 900 euros que cuestan las pruebas de diagnóstico y que miden la capacidad intelectual como la Wisc-V. En su centro educativo público se negaron y tuvo que hacerlo en uno privado.
Si decimos que nuestro hijo es listo parece que estamos fardando
Por ello, una de las prioridades de la Asociación es trabajar en el ámbito educativo y hacer hincapié en la importancia de establecer un diagnóstico temprano y dar al profesorado unas pautas de actuación, ya que las leyes tipifican a los alumnos de Alta Capacidad Intelectual como Alumnos con Necesidades Específicas de Apoyo Educativo. “Queremos ir de la mano de los docentes”, apuntan.
Señalan que en la actualidad hay una falta de recursos materiales, personales y sobre todo de formación del profesorado para atender a estos alumnos. “De hecho queda en manos del docente la decisión de formarse y trabajar específicamente con este colectivo en las aulas, la Administración no se lo facilita”.
“Se emplean métodos de trabajo del siglo XVIII en pleno siglo XXI”, lamentan. En este sentido, ya existen propuestas como la llamada ‘clase invertida’ que consiste en que los chicos se preparen una lección en casa, con el nivel de conocimiento que ellos delimiten, y la impartan en el aula con el apoyo del profesor. De esta manera, se consigue estimularlos.
Como explica Marta Andrés, una de las madres, en Cuenca solo existen tres centros con programas adecuados para las altas capacidades: los colegios de ‘Santa Ana’ y ‘El Carmen’ y el IES ‘Hervás y Panduro’. “Atenderlos conforme a sus necesidades es un derecho y una obligación”, indican otras.
La madre del único alumno de Cuenca a quien han pasado de 3º a 5º de Primaria en los últimos cuatro años, se muestra contundente. “Hay un desconocimiento muy grande de lo que son las altas capacidades. De la misma manera que se atiende a niños con necesidades a la baja debe hacerse con aquellos que las tienen a la alta. No son bichos raros y no se les debe contestar en clase como si fueran unos pesados. Tienen una necesidad, no son unos pesados, y el profesorado debe concienciarse de esto”.
De la misma manera, piden que se desvincule el concepto de alta capacidad con sacar una buena nota. Como expresa Esther, “mi hijo deja el examen a medias o en blanco no porque no lo sepa, sino porque se aburre de lo que lee”.
La Asociación cuenta ya con 20 familias conquenses, algunas de las cuales están en pleno proceso de diagnóstico. Su principal meta es conseguir un protocolo unificado tanto en educación como en sanidad.
Desde la Junta Directiva insisten en que “no queremos meterlos en burbujas, nuestra única preocupación es su estabilidad emocional y su felicidad”.
Ya se han puesto en contacto con empresas de la ciudad como Pulediamante para dinamizar actividades motivadoras en Cuenca como talleres de egiptología, drones o habilidades sociales, y también trabajan para cerrar algún proyecto con el Museo de Paleontología. “Esperamos que en un futuro puedan abrirse centros específicos y que ellos vean que no son distintos. Por el momento van creciendo y no tenemos nada, sabemos que estamos luchando por las madres que van a venir”, subraya Marta Andrés.
‘Ingenio’ ya ha comenzado a dar los primeros pasos para conseguir adaptar el mundo exterior al rico universo interior de unos niños que tienen que ver como un don, tener una mente brillante, se convierte a veces en un castigo.
A la derecha, la escala de inteligencia de Wechsler, una prueba estandarizada que sirve para medir las capacidades cognoscitivas a través de diferentes pruebas. Para que sea útil se debe hacer entre los 6 y los 16 años.
Ha tenido varias revisiones. La edición más actual es la Wisc-V. Los resultados obtenidos en cada una de las escalas dan como resultado cinco puntuaciones, los Índices Globales y una puntuación general que indica el Coeficiente Intelectual.
El 68% de la población se sitúa entre los valores 85 y 115 y sólo el 2% se encuentra en los extremos (inferiores a 70 o superiores a 130)