En Zarzuela se sigue celebrando la garbanzá de Cuaresma
Está bien que entremos en La Cueva para participar en la dinámica gastronómica tradicional. Cada vez más, la cocina de nuestras abuelas se va imponiendo en estos vaivenes modernistas, al recordar los sabores de esos pucheros puestos a la lumbre, o de la cazuela colgada entre los llares y el tiznajo.
De una u otra manera, los comensales de la modernidad, siguen siendo fieles a la gastronomía de antaño y van puliendo sus afilandos dientes para degustar, con tranquilo masticar, cada plato que en lugares tradicionales suelen mantener el gusto.
Eso sucede en Zarzuela, donde “La Cueva” de Puri y Santiago, siguen ofreciendo la comida de la abuela, con los sabores tradicionales y sin olvidar que la cuchara debe ahondar en el caldo del cocido, de las alubias con chorizo, del potaje con rellenos o de la garbanzá, esa que a veces lleva bacalao para entonar el mea culpa de un ayuno próximo porque viene la Cuaresma.
Y así de sencillo, el grupo de los telefónicos hizo al final honor a su educado estómago, a pesar de los años transcurridos, recordando con sus chistes y chascarrillos cuando se debe retar al recuerdo o de qué manera, se debe volver a retomar amistades sinceras, fuertes y creíbles.
Los Plaza, Suárez, Sevilla y Romero saben muy bien lo que tienen que hacer, por eso ir a Zarzuela es “pura adrenalina” cuando te sientas a la mesa y convives en plenitud de la Tradición Semanasantera que llega. Porque en este lugar, aún resuenan y bien, los Paloteos, las Danzas, los Cánticos de sus zagales, aquellos que compartieron conmigo Instituto y que ahora, son padres y madres con herencia segura.
Zarzuela tiene pieza monumental en su iglesia románica. Aunque modificada por fuera en su traza, reúne ricos elementos constructivos de su primera época de creación –siglo XIII-, luego modificada en el XVIII, campeando esa fecha de 1724 en la reforma de su ábside. Por dentro, rica en su hechura. En la fachada del Poniente, bajo la espadaña de dos huecos, puerta cegada, de arcos desarrollados en escalón. El acceso por el muro Sur con puerta en arco de medio punto con restos de canecillos originales. Su única nave con bóveda de cañón alberga las imágenes patronales, siendo San Ciro ese benefactor en tiempos de malas cosechas y esa Virgen del Rosario la hacedora de bondades, fiestas y devoción.
Ir a Zarzuela es pura adrenalina cuando te sientas a la mesa y convives en plenitud con la tradición semanasantera que llegaMe gusta Zarzuela, me gusta por la rica gastronomía que aquí hay, pues buenas gachas aquí se hacen, migas ruleras en tiempo de otoño, cordero y esa orza bien condimentada. Luego, porque sus gentes danzan el paloteo desde tiempos ancestrales, porque habría que buscar orígenes de creación de este lugar, tal cual esos yacimientos que habitan en el Robadillo, San Cristóbal y Santa Quiteria.
Tal vez, la dichosa Edad Media es el momento en el que éste núcleo se hace caserío dependiente del alfoz de Cuenca, repoblado con gentes del Norte de la península, los que trajeron a San Ciro para aquí bendecir, mientras que desde la Cruz en monolito que advierte de la pequeñisima ermita de la Soledad o de las Angustias como dice Madoz, rezaban los pastores cuando marchaban a trashumar en tiempos del XVIII. Era un buen ritual, mantenido desde los primeros tiempos, porque en eso de su historia ya ha dicho todo Jesús Arribas, escrito y pensando, porque en su deambular como profesor y deportista, ha tirado el barrón, la reja, alzado balones y desdibujado empresas de investigación histórica. Buen galán, el puñetero.