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Rica en patrimonio
Foto: Ceder Alcarria Conquense

Rica en patrimonio

30/11/2024 - Miguel Romero

La Alcarria conquense siempre sorprende, no solo por su tierra rojiza y sus paisajes de película de ese Far West hispano, sino por el patrimonio edificado que mantienen algunos de sus pueblos, especialmente La Ventosa, cabecera de este municipio.

Villarejo del Espartal, Valdecañas, Bólliga, Fuentesbuenas y Culebras completan las localidades que lo conforman y en ese amplio recorrido podemos vislumbrar un rico pasado de historia, ahora casi olvidado, porque los tiempos modernos no encuentran potestad en ese espacio rural que antaño fuera propicio.

Cuando llegas a La Ventosa, te recibe ese rollo de justicia que, como columna dórica con florón sobre cono, campea a sus anchas recordando que aquel lugar fuese cabecera para ajustar el bien y el mal. Calle Alta, plaza del Penitente y la ermita del Calvario, son nombres que aluden claramente a la función que ejerciese su tiempo. La ermita, encalada y con sillería en las esquinas, un lujo de los tiempos históricos que está franqueada por una reja para evitar que su retablo barroco pueda ser expuesto al desgarrador olvido.

La calle Nazaret y la de San Antón te llevan a otra ermita importante, en tiempos y ahora, porque siguen siendo muy tradicionales los de este lugar. La ermita de  la Virgen de la Paz tiene también advocación sanantonera, a pesar de su sencillez y de su traza.

Arriba, los restos de lo que debió ser fortaleza de carácter, donde los condes de la Ventosa tuvieron potestad. Algún torreón circular y lienzos desdentados nos dejan la huella de un pequeño bastión que en tiempos fortaleciera el entorno.
Pero este lugar sigue dando muestras de poderío arquitectónico en tiempos pasados, porque su Casona palaciega lo atestigua, su Ayuntamiento frente al rollo o incluso su iglesia de la Inmaculada Concepción, elevada en el siglo XVI y con una traza solemne. Si interior es digno de resaltar, con ocho altares y su gran retablo barroco del mayor; sus altares como el de San José, el del Cristo crucificado, el de Santa Ana, el de la Dolorosa, el de las Ánimas y el del Niño Jesús.Pero las localidades que le rodean, ahora pedanías, tienen su personalidad de antaño.

Los nombres ya son de por sí, singulares: Bólliga, Fuentesbuenas, Villarejo del Espartal y Culebras. El río Guadamejud, su arteria capilar y entre sus detalles patrimoniales, el retablo mayor de la iglesia de la Trinidad en Culebras, una joya del XVII; la de la Asunción de Fuentesbuenas, del XVIII con su capilla del inquisidor Francisco Bonilla, dedicada al Cristo de la Salud, y con esa cúpula que le cubre. Los santos San Miguel o la Virgen del Val, siguen siendo también parte de un santoral mariano que nos recuerda tiempos gloriosos de un pasado casi olvidado.

Villarejo del Espartal sigue estando ahí. Primero ese nombre que le define, Villarejo como recuerdo de poblaciones de antaño, Espartal como referencia al esparto por eso de que tuvo mucho valor en tiempos del Medievo. Aún así, San Roque en agosto te recibe y siempre un San Antonio que referencia tiempos de gloria cuando el Humilladero tenía más prestancia y San Bartolomé presidía, como advocación de la parroquial.

Si analizamos detalles del tiempo, tal vez, alguien avezado habrá sacado conclusiones –no muy certeras- de que ese santoral en el que San Antonio y San Bartolomé en Villarejo, o San Miguel en la Ventosa, son parte de un santoral ancestral, tanto de la orden del Temple, como de la de Santiago. Pero su huella no está, olvidemos por tanto, elucubraciones históricas y dejemos paso a las realidades que siguen estando en presente.
Aún así, todo tiene su recuerdo y en todo se enmarca la devoción de cada lugar.
 

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