Homenaje de Buendía al sacerdote Cordente
La Alcarria es tierra rica en bondades más que en economía. Y lo digo, porque esta comarca conquense tiene muchos pueblos con profunda historia, adornados por los rojizos campos donde el girasol, las colmenas, algún viñedo y poco más, se reinventan para mantener el espíritu de un desarrollo que intenta ser sostenible a pesar de los difíciles tiempos de progreso.
Entre estos pueblos, muchos deudores de aquella historia que marcaron los optenses, entre romanización y tiempos medievales, sobreviven alrededor del agua de sus ríos embalsados entre los pantanos de Entrepeñas y Buendía, ahora casi secos, por esa climatología cambiante donde la sequía se impone.
En este pueblo de Buendía, anclado en su rica historia donde Carrillos y Acuñas hicieron feudo, con soportales de corte medieval, farmacia popular, paisaje natural con esculturas megalíticas donde los rostros esculpidos en roca te miran al compás de un ecológico recorrido, ha servido este pasado domingo como lugar de encuentro para quienes han querido homenajear la labor pastoral de un hombre bueno.
La Asociación ADESERCU y ese Foro de Iniciativas del Medio Rural, que dirige el periodista Pedro Antonio Fuentes, junto a la presencia de algunos amigos, como el que fuese alcalde de Buendía tantos años, Vicente Obispo, la abogada Cristina Fuentes, el regidor de teatro Julián López Razola, y un servidor. Todos, quisimos alardear de una trayectoria humana llena de intensidad por esos campos abonados de bondades, para reconocer que Fernando León Cordente ha sido un valedor importante, no solo en lugares como Huete, Cañaveruelas, Alcohujate o Buendía, sino en una provincia y capital, en la que siempre diese muestras de buena gestión parroquial.
Después de la misa en el gran templo de la localidad, tuvo lugar el emotivo acto de homenaje en su Centro polivalente y la posterior comida de hermandad en la Casa de las Médicas.
El paisaje de Buendía supera los límites de la realidad cuando te acercas a este último lugar. Sin descanso, puedes ascender a las elevaciones de la Sierra de Enmedio, situada en la mitad de dos hermosos ríos, Tajo y Guadiela, históricos por su recorrido. Sigues el camino entre enebros, romeros, bojes, marañas, algunos pinos y robles, esparto, salvias e hierbas medicinales. Es otra naturaleza, sin parangón, cruzada, a mitad de camino entre la realidad y la fantasía. Entre ese paisaje que algunos llaman de Recópolis o ciudad de Recaredo, las aguas se retuercen entre sus meandros, buscando las riberas y en una de ellas, la hermosa ermita de la Virgen de los Desamparados, eso que ellos llaman orgullosos El Sitio, bien restaurado con precioso recubrimiento y aderezo: un paraíso.
Buendía, nace y crece en tiempos antiguos. Si los romanos ya quisieron estar por encontrar riqueza en todo su entorno, los visigodos hicieron su reino, al compás del poder de un entorno digno de privilegio. Antes o después, todo se reabre en parajes de sello ancestral, poderoso el lugar, religioso y económico. Los cerros de Huete o la Sierra de Cuenca, a un lado y al otro, en medio, el Real sitio de la Isabela, ¡cuánto podría decirnos cada huella de este lugar!. A tiro de piedra, el monte de Anguix y a camino, el célebre convento de carmelitos descalzos del desierto de Bolarque: reposo y oración.
Lugar de moros fue reconquistado en el mismo siglo que la gran parte de la meseta: el final del XII. Tropas de Alfonso VIII, el sobrino del Cid Alvar Fañez o los Santiaguistas, hicieron ensayos de conquista durante varios intentos y al final, un día especial, tal cual ese día del Corpus Christi, se toma esta villa amurallada, por eso toma el bonito nombre de Buendía.
Pero, sin divagar en todo ello, lo cierto es que los relatos episcopales de sus Visitadores, nos hablan de que este lugar es antiguo. Que el 5 de junio de 1465 el rey Enrique IV fue depuesto y en su lugar, Alonso, el hijo menor de Juan II de Castilla, a petición de Alonso Carrillo de Albornoz, hizo merced del título de Conde de Buendía, a D. Pedro de Acuña Albornoz, sobrino del famoso arzobispo Gil Carrillo. El título fue firmado en Arévalo el 9 de junio de 1465. Ahora, entre Carrillos y Acuñas, un Cordente, por eso de enriquecer los apellidos como seña de identidades. Aquí se le ha hecho buen homenaje por lo que agradezco a la Asociación ADESERCU que se me invitase.