Los gancheros en el recuerdo de la UNESCO
Las tradiciones seguirán siendo esa “alma del pueblo” que muchos cronistas e historiadores han popularizado en sus trabajos y vivencias; y lo serán para muchos de nuestros lugares. Todas, sean costumbres de vida, profesiones y oficios perdidos o tradiciones religiosas mantienen el recuerdo de nuestro pasado y lo hacen con ese sentimiento a “flor de piel”, al evocar a nuestros antepasados más directos.
Hace unos días, alguna semana atrás, hubo una visita institucional al Museo de los Gancheros, situado en Puente de Vadillos, pedanía de Cañizares, de la mano de su creador y mantenedor Cipriano Valiente.
Cada explicación, tan pormenorizada como didáctica, nos abría singularidades y con ello, íbamos conociendo todo lo que supuso el mundo de los Hacheros y Gancheros en su caminar, río a río, monte a monte, maderada a maderada, llevando aquellos troncos hacia los astilleros del mediterráneo, en aquellos años del siglo XIX y principios del XX.
Muchas familias conquenses, de la Alta Sierra, sobre todo de Beteta, Cañizares, Priego, Cañamares, Tragacete, Masegosa o Vadillos; y otros muchos de la Tierra de Guadalajara como Peralejos, Checa, Poveda o Zahorejas, sin olvidar Molina de Aragón, se jugaban la vida, día tras día, para dirigir y conducir los troncos por esos cauces, a veces descontrolados en rápidos y cascadas, para que pudieran llegar esas maderas a los lugares deseados. Se jugaban la vida y seguían luchando por sobrevivir, mientras los meses se hacían duros y eternos.
La UNESCO, con su actual embajador español, José Manuel Rodríguez Uribes, estuvo presente en la exhibición que un nutrido grupo de hombres y mujeres de estas localidades, realizaron en el río Guadiela, dejando constancia del buen hacer en recuerdo de todos aquellos que tanto trabajo hicieron para sobrevivir dentro de una cultura y una tradición que puso en valor el escritor José Luis Sampedro con el “Río que nos lleva”, película que popularizó una costumbre y una vida.
Muchas otras personas, de fuerte índole popular, supieron estar a esa altura, mientras la dulzaina y el tamboril daban significado al sentimiento musical, siempre necesario y vital para mantener el espíritu popular y costumbrista.
En definitiva, los Gancheros fueron protagonistas y Puente de Vadillos como lugar de encuentro, siendo la cabecera, ese Cañizares encrestado y roquero. Declarado Patrimonio Inmaterial de la UNESCO, nos trajeron los recuerdos vivos de antaño.
Cañizares es una bella población, pues su caserío se arracima en la ladera de un monte hasta llegar a su cima. Calles en curva constante te elevan en su población hasta llegar a la plaza y su iglesia, allá arriba, dedicada a Santiago, el apóstol, te va a recibir, pequeña de una nave aprovechando el espacio y en su interior unas capillitas en ese nave conformada por machones.
No hay mucho más, porque Cañizares es bello en paisaje más que en monumentos, tanto que a veces su caserío pasa desapercibido. A unos tiros de piedra, su ermita de Nuestra Señora de los Casares, con amplio atrio cerrado, pegada a las últimas casas, fachada muy bien conservada de arco de medio punto entre pilastras. Y nos queda como solemne la de las Angustias, en esa pedanía que nos recibiese esa mañana, de Puente de Vadillos, donde se hace romería tradicional y devota, en esa procesión que algunos llaman de “Las Letanías”, discurriendo cuesta arriba y luego abajo, último fin de semana de mayo. El 8 de septiembre, la fiesta de la Virgen de los Casares y en julio Santiago Apóstol titular de la parroquia.
