La Cierva ya tiene su historia escrita
Este jueves, se presentaba en el Salón de Actos del Centro Cultural Aguirre, el libro bajo el título de “La Cierva, un lugar en la historia”, cuyo autor es Enrique Lillo Alarcón, quien ha pretendido ofrecer una rigurosa investigación de todo un año, gracias al apoyo de Klaus Bitzer y su esposa Christiana Schaferbenrg, actual alcaldesa de la localidad.
Las canteras de jaspe que sirvieron para muchos trabajos de nuestra catedral y las excelentes maderas de sus pinares, son adecuadamente tratados entre las páginas de este amplio estudio que permitirá a los amantes, no solo de la localidad sino de nuestra historia de Cuenca, conocer aspectos muy interesantes.
Sin duda, un pueblo pequeño en habitantes y grande en reconocimiento por sus valores patrimoniales, por su encanto natural y por las tradiciones que, como seña de identidad, definen los sentimientos y el costumbrismo.
Para su localización, sigamos pues este texto narrativo del que quisiera aprovechar parte de su contenido.
Después de los Oteros, entre Cañada, Pajarón, tierras del Guadazaón, las que bien delineara con su pluma Carlos de la Rica, a los pies de la ermita de Jesús, esa que dicen hace milagros para el deseo de parir o curar reumas, hay caserío que apenas subsiste en trazado. Aquí hubo un ramal en época romana, de aquella Vía 31 o Itinerario de Antonino Pío cuando desde la Losilla iba a Valdemeca. Pues era normal que los romanos la valorasen, pues rica economía mantuvo en foco de producción especializada en mármoles y jaspes, primero para levantar templos y termas, y luego en la Edad Media, para hacer buenas catedrales. Sin olvidarnos de aquellas extracciones en sus minas de hierro, muy productivas y ahora abandonadas.
Nos dice su historio que este lugar, poco poblado, tiene un rico y curioso pasado que le permite ofrecer paradigmas del tiempo. En el recuerdo, la Cruz de Piedra que llegó desde la capital, traída por desconocidos viajeros y que permitió apreciar los valores naturales de toda esta zona, alternada por manantiales entre amapolas y margaritas, pastos y prados, encinas y pinos. Parajes de ensueño como Colladillo, Herrada y Callejas.
En la Cierva se mantienen las tradiciones de padres a hijos. Como ejemplo, las siete palabras cuaresmales que nos dicen: “La primera fue rogar/ por sus enemigos./ ¡Oh, Caridad singular¡. / De lo que fueron testigos,/ mucho se hizo admirar./ O ese Mayo peculiar en letra escrita: “Corriendo arroyos de sangre,/ coronada la cabeza/ de penetrantes espinas/ brotando sangre por ellas,/ que por su divino rostro,/ de hilo en hilo, gotea”.
Y entre ese rico pasado, encontramos un apreciado presente porque La Cierva, como lugar, ha alcanzado renombre en su riqueza paleontológica. Aquí, el rigor de la ciencia, se ha presentado con dorada compostura para hacernos reflejo de nuestro mundo animal en un espectro geológico, aún misterioso. El yacimiento de Las Hoyas, con su Ave mundial –Concornis lacustris- y su titanosario Cuencavenator de reciente misiva, la hacen el referente mundial para todos y eso nos congratula y enorgullece.
A todo ello, las lagunas, en esta Tierra Muerta, camino de Palancares donde sabinas angostan, sabias y poderosas, la dehesa Parrillas con sus toros bravos y luego, sus fiestas de la Cruz de mayo, la de agosto por el rejunte de todos y la de la Virgen del Rosario, en octubre, hacen lugar para el deleite, sobre todo natural y de acogida.