"Todo lo que me rodea me inspira"
El espacio Vitrinas de la Fundación Antonio Pérez acoge desde este jueves y hasta el 30 de junio la exposición Arquitectura Urbana, de Ramón Freire (Écija, 1980), investigador y profesor de grabado en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca y gestor cultural al frente del Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Castilla-La Mancha. Se trata de una serie de obra gráfica realizada mediante el procedimiento de fotopolímero que lleva desarrollando desde 2005.
P.- ¿En qué consiste la técnica fotopolímero?
R.-Es un procedimiento fotomecánico en el que el proceso es menos tóxico comparado con los medios tradicionales. Es una plancha fotosensible soluble en agua, que endurece con la exposición a la Luz UV y se revela con el agua creando la talla donde posteriormente se depositará la tinta en hueco. La plancha está pensada para la flexografía y se ha adaptado y desarrollado para el grabado en hueco. Este proceso evita el uso de productos tóxicos evitando así casi por completo el uso de agentes contaminantes.
P.-¿Es una técnica resultado de la investigación universitaria?
R.-Este proceso ha sido el resultado de años de trabajo en el equipo de investigación en el que participo. En la actualidad, hemos firmado un convenio con la multinacional japonesa Toyobo que se encarga de desarrollar estas planchas. Este proceso de investigación comenzó en la universidad de Granada, la continué en mi estancia en Finlandia y en la actualidad la seguimos desarrollando en la Universidad de Castilla-La Mancha, estando ya implantada en varias universidades europeas con muy buenos resultados.
El polímero tiene unas posibilidades de desarrollo muy alto y ofrece muchas prestaciones, porque no es una plancha pensada sólo para el grabado sino para hacer también flexografía que se puede utilizar en botellas comerciales como las de vino en las que se puede realizar impresión en hueco.
P.-¿Es posible distinguir un grabado realizado con fotopolímero?
R.-A nivel estético es muy difícil de distinguir. Si no se tiene el ojo muy educado, se puede pensar que tiene partes de litografía, partes de aguafuerte o partes de punta seca. Es muy complejo distinguir qué es un fotopolímero en hueco a partir de un positivo autográfico todo dibujado a mano. Únicamente es distinguible a nivel microscópico, donde podríamos percibir algunos detalles como la barba del grabado, la huella o la calidad del nivel tonal de la tinta. Como investigadores, hemos colaborado en varias ocasiones con los cuerpos de seguridad del estado para tratar de distinguir falsificaciones.
P.- Hacía referencia a su estancia en Finlandia ¿Cómo llegó a la Facultad de Historia del Arte y la Estética de Universidad de Jyväskylä?
R.-Llegué allí gracias a una beca CIMO, la beca universitaria más importante de Europa, abierta a todas las disciplinas. En ese momento yo estaba estudiando oposiciones cuando mi madre me llamó y me dijo que había llegado una carta rara en un idioma raro. Mi hermana Carmen buscó en Internet y me dijo que me habían concedido una beca. Cuando se lo dije a mi director de tesis, se puso a llorar de emoción. Dejé las oposiciones y mi vida dió un giro de ciento ochenta grados.
P.- No tuvo que ser fácil adaptarse a la vida en Finlandia...
R.-Salí de Ecija a finales de agosto. Cuando mi padre me llevó al Aeropuerto de Sevilla hacía 41 grados. Cuando llegué a Finlandia hacía menos diez grados. En unas semanas nos pusimos a -29 grados. Amanecía a las siete de la mañana y anochecía a las dos horas. Recuerdo que mi madre me decía que no saliera de noche. No pude hacerle caso. Allí siempre era de noche. Fui para seis meses y me quedé allí dos años. Allí descubrí mi yo íntimo y me formé no sólo artísticamente sino que descubrí a muchos de los clásicos en las largas noches finlandesas. Leí a Kafka, cosa que no recomiendo. Es muy diferente leerlo en Málaga al sol de la playa que a menos treinta grados en mitad de una noche que se hace eterna.
P.- ¿Y cómo llegó a Cuenca?
R.- Al regresar de Finlandia vivía a caballo entre Écija y Granada. Abrí un taller de arte con un amigo, dábamos clases, pintaba y dibujaba por encargo. Pero no había cerrado las puertas a la docencia, había hecho el CAP, tenía estancia en el extranjero, tenía un buen curriculum en innovación docente. Seguía buscando dar clases en la universidad y solicitaba las plazas que creía adecuadas a mi perfil docente en cualquier lugar de España. Un 21 de julio me llamó un tal Víctor Blasco de Cuenca para informarme que me conseguido una plaza como profesor en la Facultad de Bellas Artes.
Llamé a mi madre corriendo y me dijo “Ya era hora de llamaras para felicitarme”. Era el día de su cumpleaños y, como estaba trabajando en un encargo de José Guerrero, se me había olvidado. Creo que fue uno de los mejores regalos que le he dado nunca. Todavía lo recuerdo y se me ponen los pelos de punta. Llegué aquí con 28 o 29 años. Hoy ya me considero conquense y astigitano, que así nos llamamos también los de Écija.
P.-¿Por qué nos ha hecho esperar tanto a los conquenses para ver sus obras en una exposición?
R.- No solamente en Cuenca, me da mucho pudor exponer. Mi curriculum universitario y la colaboración con grandes investigadores y artistas ha centrado mi trayectoria profesional. Durante estos últimos años he estado dedicado fundamentalmente ello y mi obra artística, salvo algunas exposiciones colectivas o algunas obras realizadas por encargo, ha ido acumulándose en los cajones. Hace un tiempo que la Fundación Antonio Pérez se puso en contacto para realizar esta exposición aunque, por motivos personales, no pudo ser cuando estaba prevista. Ahora es el momento.
P.- Presentarse en la fundación Antonio Pérez son palabras mayores, ¿no?
R.-La Fundación Antonio Pérez es uno de los centros de arte más importantes de España, sobre todo en el ámbito de la gráfica. Es una gran responsabilidad exponer en un lugar que alberga obra de Canogar, Saura, Zóbel o Millares. Que Antonio Pérez me invite a exponer allí es un gran honor. Mostrar mi obra en las vitrinas alrededor del claustro de la Fundación es una de esas ocasiones que marcan un hito en la obra de cualquier artista plástico.
P.- ¿Cómo se sentirá en una sala como esa rodeado de tanta gente?
R.- No tengo esa experiencia. Me voy a sentir abrumado con todas las personas que van a estar. Exponer es exponerme. Eso también me da un poco de pudor. Trataré de aprender de la críticas de aquellas personas que te dicen cómo mejorar. Lo veo como un acto reflexivo. Pero me sentiré feliz de ver a la gente feliz. Invito a todo el mundo,
P.- ¿Dónde podemos ubicarle artísticamente?
R.- Evito hablar de mi obra. No suelo enseñar mi obra, porque soy algo vergonzoso. He bebido de los clásicos como Velázquez y Goya, pero me han influido mucho los viajes y mi propia experiencia vital. Écija, Sevilla, Granada, Finlandia y Cuenca son parte de mi experiencia y eso se refleja en mi obra. Todo lo que me rodea me inspira.
En este caso, he tenido la suerte de poder contar para que hablen de mi obra el catálogo de la exposición con Juan Carlos Ramos Guadíx, profesor titular de la Facultad de Bellas Artes de Granada, que me enseñó todo lo sobre el grabado y al que considero mi padre académico, Perico Simón, profesor de grabado de la Facultad Bellas Artes de Cuenca y el historiador del arte, Carlos Julián Martínez Soria. Los tres textos reflexionan sobre mi manera de reflejar la arquitectura urbana, en la que la ciudad real se mezcla con esa ciudad invisible con la que trato de mostrar mis sentimientos. Una venta o una persiana en el lugar adecuado puede condensar el sentimiento de melancolía.
P.- .- Su formación es eminentemente clásica...
R.- Primero estudié Escultura en Piedra en la Escuela de Artes y Oficios de Sevilla, desde allí pasé a la Facultad de Bellas Artes de Granada, donde me licencié. En este sentido mi formación es clásica y Cuenca me ha ayudado mucho, porque aquí se puede disfrutar de grandes obras de arte contemporáneas.
P.- ¿Cómo llega un niño de Écija a ser una referencia del grabado?
Pues con nueve años me tuvieron que operar y tuve que estar tres meses en cama.Me daban libros y juegos para entretenerse. Un día, mi padre me dio un blog de dibujo y me puse a copiar láminas de un libro de Piranesi. Si hubieran existido los móviles y las tablets, mi vida no sería la misma.
Cuando salí me llevaron a la academia de Mari Carmen Navarro que entonces tenía una academia en Écija. Ella me enseñó a dibujar primero en lápiz, luego en carboncillo, me enseñó la técnica del pastel, del óleo y me preparó para Bellas Artes. Mis padres pensaban que se pasaría, pero lo que se me pasó fue ir al instituto. Fueron tiempos en los que les dí muchos quebraderos de cabeza a mis padres. Me salvó que no tenía maldad.